Las contradicciones que emanan del grupo en el poder en torno a la supuesta ventaja que tiene su candidata en varias encuestas alineadas al oficialismo, que ronda los 20 puntos porcentuales, se contraponen con la desesperación que prevalece en el principal huésped de Palacio Nacional en participar veladamente en las campañas electorales, no obstante las prohibiciones expresas que existen en la legislación en la materia.
Solo un iluso o algún consejero del INE proclive a la 4T, cree que AMLO se mantendrá al margen de la contienda electoral y tan solo se conformará con leer en las mañaneras el libro que en sus ratos libres escribió; no señores, el Presidente ha asumido el control de la campaña política de Claudia Sheinbaum y no solo eso, sino que opera desde su alta investidura lo que sea necesario para dinamitar el proyecto político de Xóchitl Gálvez.
El riesgo de perder es latente y evidente.
Lo hemos dicho en otras colaboraciones, la exjefa del gobierno de la CDMX carga con una enorme losa sobre sus hombros por la desastrosa gestión del Presidente, que ha dejado marcados a grandes sectores de la población, quienes han vivido en carne propia la inseguridad, violencia, desabasto de medicamentos y de agua potable, inflación y en general todo aquello derivado de malas decisiones que han incidido en la carencia de políticas públicas para resolver estos y otros tantos problemas.
Claudia Sheinbaum no puede romper con su jefe y menos contradecirlo, así como tampoco mover un ápice a sus obras insignia o a sus programas de política social con tintes electoreros.
Claudia será completamente fiel al presidente López Obrador y seguirá plegada a sus designios hasta que, en caso de ganar, sea investida con la banda presidencial, mientras tanto, tendrá que cargar con todos esos pasivos que tiene el actual gobierno.
En este escenario, crece Xóchitl Gálvez y si ahora está a 17 puntos porcentuales de su adversaria, conforme a la más reciente encuesta de EL FINANCIERO, no dude, estimado lector, que ese margen se reducirá conforme avancen las campañas.
La mayoría de los jóvenes que van a estrenar sus credenciales de elector, las clases medias del país, así como un buen número de las clases sociales más desfavorecidas —léase los pobres y marginados— que se sintieron traicionadas por el criminal abandono en que los dejó el tabasqueño, luego de que fueron utilizados en la elección en donde ganó López Obrador, son solo algunos votantes que ya tienen definido su voto de rechazo al régimen.
Se habla de que el voto duro de Morena y rémoras es del orden de 15 millones, rango que alcanzó, por ejemplo, el oficialismo en la revocación de mandato y esta cifra la contrastamos con los 30 millones de votos que obtuvo AMLO para ganar la elección presidencial. Estamos hablando que esa diferencia de 15 millones está diluida entre las tres opciones existentes.
Es decir, para asegurar la victoria, el oficialismo requiere casi un milagro para llegar a un rango entre 25 y 30 millones de votos, y si consideramos que el abstencionismo se reducirá ante las expectativas de la victoria de la oposición, pues realmente están en un serio problema en cuanto a sus pretensiones de mantener el poder.
Hay que tomar en cuenta que en las 23 entidades en donde gobiernan Morena y sus rémoras, persiste un gran malestar entre la población por los rangos de inseguridad y violencia que padecen, amén de que la mayoría de los programas estatales de apoyo a la población están muy limitados por la falta de recursos presupuestales por culpa del gobierno federal.
Cierto, los gobernadores del oficialismo tienen manga ancha para manejar las arcas públicas para apoyar con dinero el día de la votación, pero aun así, ello no garantiza que la gente vote efectivamente por sus candidatos.
La transgresión abierta y desafiante al Estado de derecho del crimen organizado es una realidad que no solo la Iglesia ha percibido, sino que representa una seria preocupación más allá de nuestras fronteras.
La elección presidencial no está definida y por lo menos la diferencia en votos que habrá entre las dos aspirantes presidenciales se cerrará a un dígito y en una de esas, puede haber una sorpresa mayúscula para el Presidente y sus huestes.
Hay que recordar dos capítulos de la historia reciente y que se dieron en este siglo: la victoria de Vicente Fox, que sacó por la vía democrática y pacífica al PRI que había gobernado el país por más de 70 años y no solo eso, sino que la ciudadanía venció a todo el poder del gobierno que en ese entonces era muy superior al que ostenta en estos momentos López Obrador.
El otro capítulo fue precisamente la victoria de AMLO en 2018, enterrando con ello al PAN, PRI y PRD y, por supuesto, al gobierno del entonces presidente Enrique Peña Nieto.