Dante Alighieri, el célebre escritor italiano, autor de la Divina Comedia, ubica a los traidores en el último círculo del infierno ya que considera a la traición como el peor pecado de todos. La razón es que, a diferencia de otro tipo de crímenes, para traicionar primero hay que ganarse la confianza y el afecto de la víctima.
Las traiciones entre políticos han sido el pan de cada día. Las ha habido de todo tipo, desde calañas de la peor ralea que han puesto en el cadalso a personajes de la historia, hasta gobernadores y legisladores que sin un ápice de lealtad con sus correligionarios, los apuñalan por la espalda.
Esa carencia de fidelidad prospera en sujetos con nula probidad y escala de valores sustentada en la perfidia y que con estos mismos principios educan a sus vástagos.
A cambio de unas monedas, canonjías, prebendas, posiciones y salvoconductos, traicionan a la causa política que los arropó, sin importar que en ello se lleven también la confianza de la gente que votó por ellos y que merced a eso, llegaron a cargos de representación popular.
El cinismo es otra “cualidad” que acompaña a estos sujetos que sin menor empacho, mantienen a lo largo de sus carreras políticas.
En un momento de conveniencia personal militan en la derecha radical y luego, con el paso del tiempo, dan un viraje de 180 grados para ubicarse en el ala contraria de sus iniciales preferencias ideológicas.
A estos sujetos convendría emitir una ficha roja electoral para el momento que se presenten a una nueva elección, el electorado esté consciente de que en cualquier momento los van a traicionar.
En México esto ocurre con más frecuencia de lo deseado, en especial durante las campañas políticas, en donde los candidatos se presentan con disfraz de cordero, para quitárselo cuando están en el poder.
En campaña prometen que primero los pobres, que la gasolina bajará de precio o que regresarán los militares a los cuarteles, pero cuando llegan al poder hacen exactamente lo contrario y además se jactan de ello.
Desde luego, hay niveles en las deslealtades y también ocurre en todos los partidos políticos, sin importar extracto social o género.
Ahora que está en el debate público la agenda legislativa del presidente López Obrador, en la cual la militarización y la reforma electoral son el vórtice de mantener su proyecto político en el poder, por lo menos en los próximos tres sexenios, se ha vuelto una moda de la mezquindad comprar voluntades entre los adversarios políticos, como sucedió con Alejandro Moreno, aún líder nacional del PRI, quien a cambio de mantener su libertad y privilegios, prefirió traicionar a los aliancistas y a sus compañeros de partido.
Desde luego, sorprende que entre la fracción del PRI en la Cámara de Diputados federal, en donde se supone que hay militantes con principios y con valor —dicho esto en toda la extensión de la palabra — la mayoría acompañaron a Alito en su marcha al precipicio.
En momentos en que la coalición Va por México conformada por el PAN, PRI y PRD había tenido éxitos importantes, sobre todo en las elecciones de 2021 en la nueva conformación de la Cámara baja, se resquebrajó por la traición y la proclividad de Alito a la “buena vida”.
Todos los diputados del PRI que votaron en el mismo sentido que su dirigente nacional, son cómplices de sus fechorías y ahora en el Senado, varios legisladores tricolores, hicieron lo mismo al venderse al mejor postor.
¿Pecaron de ingenuos los panistas y perredistas?, por supuesto que sí, pero, ellos no están exentos de ese tipo de deslealtades, allí está el caso del senador blanquiazul Raúl Paz Alonzo, quien sin ningún empacho, traicionó a la causa del PAN y lo sorprendente es que con ese cinismo buscará ser gobernador de Yucatán por Morena, veremos si los yucatecos lo permiten.
Cuando la aritmética legislativa para alcanzar la mayoría calificada está al tope en el Senado, los traidores se quitaron la máscara para develar su verdadero rostro, el de la perfidia y la crueldad.
Claro que estos gobernadores y legisladores mexicanos de pacotilla, no están al nivel de las traiciones de la Malinche, de Napoleón Bonaparte, Marco Julio Brutus o Judas Iscariote, pero sí causaron un daño entre aquellos que los consideraban como aliado y amigo.
Claro, la amistad y los afectos pasan a segundo plano, cuando se trata de salvar el pellejo o de plano mantener los privilegios.