Desde San Lázaro

El destape, juego perverso de distracción y burla

El anticipadísimo destape que ha hecho AMLO, en torno a quién podría ser su sucesor, es un ejercicio perverso y un derroche de tiempo.

A mitad del sexenio, se le ocurrió al presidente meter otro distractor a la discusión nacional, para encubrir la acuciante problemática por la que transitamos; verbigracia, la pérdida de regiones a manos del narco, la crisis económica, el desabasto de medicamentos, la escasez de presupuesto para enfrentar los efectos de la pandemia y las malas de decisiones del gobierno; la malograda operación de Pemex y CFE, son solo algunos de los temas que requieren la atención total de López Obrador, pero, en lugar de concentrarse en ello, se desvive por tender cortinas de humo para distraer a la opinión pública.

El anticipadísimo destape que ha hecho AMLO en torno a quién podría ser su sucesor, además de un ejercicio perverso, es un derroche de tiempo del jefe del Ejecutivo federal y de sus colaboradores, en virtud de que en nada abona para el buen desempeño de los servidores públicos, sobre todo los mencionados, el que haya abierto en estos momentos la sucesión presidencial.

Para nadie es un secreto que la favorita del tabasqueño despacha en la jefatura de Gobierno de la CDMX y que, luego del descalabro electoral que sufriera en la elección del 6 de junio, de inmediato se puso a andar la maquinaria para darle una ajustada mayor al equipo de la señora Sheinbaum y sus principales programas de gobierno. El arribo de Martí Batres a la secretaría de Gobierno responde a esta lógica.

Ante el despeñadero de Claudia por su mal gobierno y el percance de la Línea 12 del Metro y del daño colateral sufrido también del lado de Marcelo Ebrard (la opción más viable si su preferida no crece), se le ocurrió al presidente destapar a otros personajes que ni en sueños pensaban en esa posibilidad.

Salvo Juan Ramón de la Fuente, nadie de los enumerados tiene los tamaños para ser presidente de México, claro, mención aparte merece Ricardo Monreal, quien es uno de los caballos negros en esa lucha dispareja que de antemano ya está decidida.

Qué ganas de meter a la agenda política un tema que de suyo ni tiene caso tratarlo ahora y menos desgastar a sus colaboradores, que por cierto, varios de ellos ni siquiera pueden con su actual encargo como Rocío Nahle o Tatiana Clouthier.

El verdadero candidato de AMLO para 2024 es él mismo y salvo que la mayoría de los mexicanos lo rechacen abiertamente en la víspera, seguirá con su locura de mantenerse mediante la ampliación de mandato en el cargo que ostenta.

En este juego perverso han caído, porque así lo quiere el presidente, Claudia, Marcelo, Ricardo y otros que están agazapados como Lázaro Cárdenas Batel, jefe de asesores del presidente.

O dígame, estimado lector, si a AMLO le conviene que a la mitad de su sexenio ‘las fuerzas vivas de la revolución se vayan a la cargada’ y con ello mermar su poder, tal como ocurrió con ‘las manifestaciones espontáneas’ en apoyo a la jefa de Gobierno. ¡Claro que no!, por ello se trata tan solo de una gracejada.

Pero, bueno, el objetivo del presidente se cumplió: distraernos de los temas relevantes para, por lo menos por un rato, olvidarnos de ellos.

La realidad es muy simple: no se puede gobernar con atole con el dedo y menos con distractores que en nada abonan a que mejore el país, al contrario, lo sumerge en una vorágine de frivolidades, polarización y destrucción de las políticas públicas e instituciones que a lo largo de los años dieron resultados positivos y que ahora fueron exterminados por el principal huésped de Palacio Nacional.

En lugar de destapes sería bueno que el presidente se pusiera a trabajar en resolver, por ejemplo, el gravísimo problema del desabasto de medicamentos, o en ajustar su estrategia para combatir a los criminales, ya que la política de ‘abrazos no balazos’ le ha dado carta blanca a los malosos para trabajar a sus anchas.

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