A la pléyade de colaboradores estrellas o VIP conformada por Ricardo Monreal, Marcelo Ebrard, Julio Scherer, Hugo López Gatell, Manuel Bartlett, Octavio Romero y Félix Salgado Macedonio, entre otros, habrá que sumar ahora a Arturo Zaldívar, quien en eso de evitar responsabilidades constitucionales se ha convertido en un experto.
Claro, también están las mujeres, como Claudia Sheinbaum y... párele de contar.
Con un gabinete anodino, amorfo e inútil, el jefe del Ejecutivo federal no tiene mucha tela de dónde cortar para operar las decisiones torales para mantener su proyecto político más allá de 2024.
Si son una decena de intelectuales que lo apoyan, dicho por el presidente, pues de sus asistentes eficaces, se pueden contar con los dedos de una mano.
Habría que diferenciar las tres clases de colaboradores que tiene el presidente. Los primeros, que le son de mucha utilidad como el líder de los senadores de Morena, el canciller, el coordinador jurídico de la presidencia de la república y ahora su reciente contratación, el presidente de la SCJN, quien jugará un papel fundamental cuando se trate de ampliar el mandato de AMLO. Y se me olvidaba su tocayo de apellido que cobra como subsecretario en la Secretaría de Salud.
Además, hay que considerar a quienes se cuecen aparte: el general Luis Cresencio Sandoval y el almirante José Rafael Ojeda Durán.
En el grupo privilegiado hay que considerar a la jefa del gobierno capitalino y a veces al líder nacional de Morena.
El otro grupo son sus amigos o quien tiene compromisos que rebasan los límites que marcan una simple amistad. Entre ellos se encuentran Manuel Bartlett, Octavio Romero, Félix Salgado Macedonio, Alejandro Esquer, Jesús Ramírez, Lázaro Cárdenas (hijo), Alfonso Romo y Javier May Rodríguez.
El tercer grupo lo integran el resto del gabinete a quienes el señor presidente no tiene a bien recibirlos y si acaso algunos de ellos tendrán tan solo contacto telefónico.
No obstante que buena parte del primer círculo de colaboradores lo integran mujeres, por desgracia sus opiniones no tienen un peso específico en la toma de decisiones de AMLO.
Si acaso, a veces habla con Rocío Nahle por el tema de la construcción de la refinería de Dos Bocas; en contadas ocasiones con Olga Sánchez Cordero y… párele de contar.
Las nuevas incorporaciones al gabinete como son Tatiana Clouthier y Delfina Gómez, pues diremos que de manera tangencial son tomadas en cuenta.
Esta es la baraja de la que dispone el presidente para, primero, gobernar; segundo, operar políticamente en temas relevantes como la gobernabilidad; y tercero, para establecer las bases de transformación de un proyecto de gobierno que quiere trascender más allá de las fronteras sexenales en torno a un solo hombre.
Los hombres del presidente son muy pocos y se dividen entre eficientes y amistades incomodas que le han dejado más sinsabores que alegrías.
En otros tiempos, cuando un colaborador cercano del presidente fallaba, solo bastaba cambiar el fusible con su baja e inmediato relevo, ahora eso ya no cuenta porque solo por motivo de deslealtades se puede dar el caso, pero por incompetencia o torpeza, nunca.
Los relevos que han ocurrido en el gabinete son por diferencias, inconformidades y por incompatibilidad de proyectos y visiones con el presidente.
No tendría caso citar a esos que ya se fueron, ni tampoco lo que tienen un pie afuera, como el ingeniero Jorge Arganis Díaz, titular de la SCT, sino apuntar a quienes se mantienen muy firmes en el ánimo del presidente y estos solo son tres, hasta ahora. Se trata de dos hombres y una mujer, cuyas iniciales son Monreal, Ebrard y Sheinbaum.