A pesar del proceso de secularización y gradual alejamiento de las iglesias y templos que documentan las encuestas, el proceso de elección del nuevo papa mantuvo la atención mediática de manera sostenida a lo largo de toda la semana, y en especial el día de ayer, cuando se definió al nuevo sumo pontífice.
Una encuesta nacional de EL FINANCIERO publicada el viernes pasado indica que 52 por ciento de las personas entrevistadas dijo tener mucho o algo de interés en el proceso de elección del nuevo papa, esto aun sin haber dado inicio y todavía en el contexto de los funerales del papa Francisco.
Como sería de esperarse, el interés en el cónclave no era el mismo entre las distintas denominaciones religiosas: entre católicos, la proporción que dijo estar muy o algo interesada en el tema alcanzó 64 por ciento, mientras que entre el segmento de denominaciones cristianas no católicas apenas registró 28 por ciento, y entre el público que dijo no tener ninguna denominación religiosa, el interés fue apenas de 20 por ciento.
Así, la información que fluyó desde la Plaza de San Pedro en el Vaticano parece haber ido destinada a una mayoría de la mayoría católica, y a una minoría de las minorías no católicas en el país.
(En la encuesta, los católicos representan 70 por ciento de la muestra, los cristianos no católicos, 8 por ciento, y las personas sin religión, 20 por ciento).
De acuerdo con la encuesta, 62 por ciento de las personas opina que la Iglesia católica tiene mucha influencia en la sociedad mexicana y otro 54 por ciento cree que la Iglesia tiene mucha influencia en la política mundial; pero solamente 42 por ciento considera que la Iglesia tiene mucha influencia en su familia y apenas 35 por ciento admite mucha influencia “en usted”, es decir, en la persona entrevistada.
Se reconoce un poder o influencia de la Iglesia en el entorno social y político, pero no tanto en el personal y familiar.
Uno de los datos que encontré más interesantes de la encuesta es que 36 por ciento de las personas opina que la Iglesia católica va a fortalecerse en los próximos 10 años. Esa opinión alcanza hasta 46 por ciento entre la población católica nacional.
Esta expectativa rompe un poco con la idea de secularización y alejamiento de lo religioso. Hay una pluralidad que a la Iglesia la percibe en buen estado y sin señales de declive. El nombramiento de León XIV fue sorpresivo; no figuraba entre los punteros de las apuestas y pronósticos, y de la propia encuesta.
Según el sondeo, la mayor proporción de personas esperaba que el nuevo papa proviniera de Europa, y una cifra similar, 28 por ciento, creía que podría ser de África (15%) o Asia (13%). Solamente 5 por ciento creía que el nuevo papa sería de Norteamérica y otro 8 por ciento de América Latina.
El papa León XIV cumple un poco con esas expectativas, por nacer en Chicago y por tener la ciudadanía peruana. Pocos preveían esa posibilidad.
Un dato muy interesante de la encuesta es la percepción de si el nuevo papa sería alguien de corte conservador, moderado o progresista.
Las opiniones estaban divididas, pero la percepción más común era que el nuevo papa sería progresista, con 32 por ciento de menciones. La opción de moderado registró 25 por ciento y la de conservador 22 por ciento.

Si esto reflejaba más el deseo que otra cosa, lo que menos se quería era alguien conservador en los zapatos de San Pedro en esta ocasión.
En esta percepción hay una brecha por edad muy interesante: entre los menores de 30 años había una mayor expectativa por un papa progresista, mientras que entre los mayores de 50 años se esperaba más uno conservador.
Esta diferencia entre la opinión pública mexicana dice mucho, y ahí podría radicar el futuro de la Iglesia, si acaso la brecha de edad se repite en otros lugares.
La apuesta del cónclave por una opción progresista es mucho más atractiva para las nuevas generaciones. ¿Será esto una señal de que sí consideraron el futuro al votar por el cardenal Prevost?
Así estaban las expectativas.
¿Cree usted que el nuevo papa va a ser conservador, moderado o progresista?