Repensar

Navidad vegetal

Durante años se ha polemizado sobre las ventajas o desventajas entre árboles naturales y artificiales. En realidad, es una modesta indulgencia que nos tomamos y no nos vamos a pelear por eso.

La costumbre de adornar e iluminar un árbol durante la época navideña es antigua y se ha extendido a muchas partes del mundo. Originalmente sólo se hacía con árboles naturales y en exteriores. Hoy es más frecuente realizarlo con árboles artificiales y en interiores.

Durante años se ha polemizado sobre las ventajas o desventajas de los árboles naturales frente a los artificiales. En Estados Unidos, la National Christmas Trees Association (que representa los cultivadores de árboles naturales) y la American Christmas Trees Association (que representa a los fabricantes de árboles artificiales) publican elaborados estudios para enumerar los beneficios de sus respectivos productos. Antes se resaltaba mucho la apariencia y el costo; hoy se subraya el impacto ambiental.

Curiosamente, los árboles naturales son más apreciados por auténticos y además son los más baratos (desde 60 dólares), pero compran más los sintéticos. Los genuinos son más populares entre las familias con niños porque es una gran aventura familiar ir a cortarlos a la granja. Los adultos sin hijos se van más por los artificiales, porque implican menos esfuerzo y tienen menos riesgo de incendios.

Entre los naturales, los más demandados son el pino, el abeto y las secuoyas, pero el gran preferido es el tupido pino Douglas Fir.

La principal desventaja de los naturales es que hay que comprar uno nuevo cada año. Sin embargo, las oficinas, hoteles y restaurantes rentan árboles en macetas, que luego de usarse se replantan. El alquiler incluye los traslados.

Las ventajas ambientales de los árboles auténticos están fuera de duda. Aun suponiendo que alguien conserve su árbol de plástico por 20 años (la vida promedio anda en seis), seguirá siendo ecológicamente más amable el natural.

Los que se venden en Estados Unidos y Canadá fueron cultivados y cosechados de manera sostenible, con un uso mínimo de fertilizantes y pesticidas. Además de que mientras crecen, absorben carbono y proporcionan un hábitat a la vida silvestre.

Durante su uso requieren la misma agua y producen las mismas emisiones que si hubieran permanecido plantados. Al final, tienen pocos efectos negativos si se convierten en astillas o en composta (en lugar de quemarse o echarse a un tiradero).

En cambio, los artificiales tienen una huella de carbono muy alta por las materias primas que utilizan y los hidrocarburos que se usan para producirlos y transportarlos. La mayoría son hechos de plástico con estructura metálica y provienen de China. Reciclarlos es difícil, aunque muchas ciudades lo intentan.

Que parezca de verdad

Si bien a algunos les gusta lo exuberante y se inclinan por árboles dorados, plateados, cobrizos o rosas, la mayoría de los compradores de árboles artificiales busca que semejen lo más posible a los reales. Por ello, los productores ya no hacen árboles uniformes con brillo de cera. Han ido introduciendo menos elementos simétricos y pintan con sutiles variaciones del verde o café hojas y ramas.

La mayor parte de los árboles es de cloruro de polivinilo (PVC), pero las partes más externas las hacen de polietileno (PE) para darle una apariencia más realista.

Aparte del costo, la gran desventaja de los artificiales es que no todos tienen un garaje, sótano o armario grande para guardarlos por 46 semanas, y que armarlos implica varias horas de trabajo.

Por eso las compañías que los producen destacan que, a diferencia de los naturales, que hay que ir a cortar fuera de la ciudad y luego montar sobre una base, y que ensucian cuando se ponen y se retiran, los suyos no rayan el techo del auto y son fáciles de ensamblar.

En efecto, ya no se venden aquellos árboles en que había que ir colocando pieza por pieza: tronco, ramas y hojas. Hoy vienen prearmados en tres secciones, fácil de colocar una sobre otra. Sólo hay que esponjarlos un poco.

También se venden los de una sola sección, que se despliegan para instalarlos y se voltean para que se colapsen.

El 90 por ciento de los que se venderán en esta temporada ya vienen iluminados con foquitos LED de bajo consumo y al montar las tres piezas, automáticamente quedan enchufadas. Vienen con un control remoto inteligente, con comandos de voz y secuencias preprogramadas (blanco-color, tenue-brillante, constante-parpadeo).

Todo eso cuesta. Un árbol estándar (80 libras de peso, 7.5 pies de alto, 64 pulgadas de diámetro, mil 900 puntas y 400 foquitos) no se consigue por menos de 500 dólares (y puede alcanzar hasta 9 mil).

En realidad, natural o artificial, es una modesta indulgencia que nos tomamos y no nos vamos a pelear por eso. Lo importante es celebrar con el corazón.

Muy feliz Navidad a mis lectores, todos auténticos.

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