Repensar

Adiós, latinos

Los demócratas llevan dos décadas perdiendo la simpatía de los latinos, obreros y personas de color. Se probó en la reciente elección, no han atinado a detener la sangría.

Desde los 40, el Partido Demócrata consiguió el voto mayoritario de los obreros, porque empujó leyes que mejoraron las condiciones y las remuneraciones laborales. También contó con el respaldo de la población de color, ya que en los 60 promovió que se le reconocieran plenamente sus derechos civiles. Los latinos lo han seguido, porque apoyó la sindicalización de los trabajadores agrícolas y porque les prometió regularizar su situación migratoria.

Los demócratas llevan dos décadas perdiendo la simpatía de esos segmentos demográficos y (se probó en la reciente elección) no han atinado a detener la sangría.

En el caso de los latinos ha pesado mucho que tanto Clinton como Obama les ofrecieron ambiciosas reformas migratorias y no sólo no les cumplieron, sino que además multiplicaron las redadas y las deportaciones.

Sabiendo que tampoco tendría las condiciones para lograrlo, Joe Biden prometió una reforma migratoria “comprehensiva” y un “camino rápido” para obtener la ciudadanía.

Lo único que ha hecho es prolongar el programa Dreamers, que desde 2012 es un paliativo, ya que cada vez que se vuelve a activar es echado abajo por los jueces. Los que llegaron como infantes o niños a Estados Unidos reciben permiso para trabajar y son protegidos de una deportación sólo temporalmente.

Esa medida beneficia a los que entraron ilegalmente a partir de los 90, pero la mayoría de los latinos nació en la Unión Americana y son residentes legales o ciudadanos. Por ejemplo, en California únicamente 5 por ciento nació en otro país.

Gran parte de los que llevan muchos años viviendo sin papeles y que tienen hijos nacidos allá, no le ve sentido a buscar la ciudadanía; lo que demandan es la residencia permanente.

Además, muchos hispanos se ven afectados por el continuo influjo de indocumentados. Eso es evidente en los estados fronterizos, donde hay competencia por los puestos de trabajo y los sueldos se mantienen bajos por la abundante mano de obra de reemplazo.

Torpeza

Aunque los latinos son ya la primera minoría y la quinta parte de la población, son más reacios a la participación política que otros grupos. Por eso, el Partido Demócrata no ha hecho demasiado esfuerzo para afiliarlos. Cuando cortejan su voto lo hacen en forma descuidada.

El llamado “hispander” es el trato condescendiente y poco auténtico en el final de las campañas. La candidata sale con un cartelón que dice “I am TU Hillary” pero no les ofrece nada de lo que realmente necesitan. El candidato sale tomando tequila cuando en anterior entrevista dijo que sólo bebe whisky. O se mete a degustar un taco o un burrito a algún restaurante de la cadena Chipotle, sin entender que a la comunidad no le agrada esa comida falsamente mexicana.

Rara vez aparecen los candidatos en las fiestas barriales o en las estaciones de radio que oyen los latinos.

La desconexión de los demócratas con su sensibilidad los ha llevado a cometer grandes errores. Les molesta que los identifiquen como LATINX. Lo perciben como un esnobismo mamón porque en español existe latino y latina.

Hace algunos años la emprendieron contra las estatuas de Cristóbal Colón. Muchos mexicoamericanos, que antes no habían advertido la existencia de esos monumentos, lo sintieron como una ofensa a sus raíces.

Este año, en Florida, mientras los republicanos acusaban de socialista a Biden, los demócratas hicieron su campaña alrededor de la palabra “Adelante”, que los exiliados cubanos asocian con los discursos y los lemas de Fidel Castro. Eso mismo ya les había pasado en la campaña de Clinton en 1996.

Propuestas que pueden ser populares entre la élite blanca de las grandes metrópolis no les dicen nada o suscitan rechazo entre los latinos.

Es el caso de la prohibición de armas, que no gusta a los que viven en zonas de alta criminalidad. O el aborto sin ninguna restricción e incluso más allá de las 20 semanas, que promovieron algunos candidatos, sin considerar que la mayor parte de los latinos es católica o evangélica.

Lo mismo sucede con muchas medidas contra el cambio climático. Para ellos significan pérdida de empleos.

Los demócratas no alcanzan a comprender que los latinos no quieren que los singularicen. Los que viven en los suburbios quieren lo mismo que el resto de la clase media. Los que sobreviven en el centro de las ciudades desean, como todos, mejores servicios de educación, salud y seguridad.

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