El impulso a la investigación científica estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial hizo que ganaran la contienda y se pusieran a la vanguardia de la tecnología.
Lo más conocido es el desarrollo de la bomba atómica. Los nazis avanzaban en la identificación de material fisible que pudiera ser fabricado en cantidad suficiente para hacer un artefacto explosivo. Los americanos crearon en secreto el Proyecto Manhattan para producir una reacción en cadena controlada (lo consiguieron en la Universidad de Chicago en 1942) y para encontrar la forma de separar el uranio (lo lograron en Los Álamos en 1944).
Después del bombardeo de Hiroshima y Nagasaki y tras la rendición japonesa, los físicos que habían colaborado en el proyecto crearon el Boletín de los Científicos Atómicos (que continúa editándose) para advertir del peligro de que proliferaran las armas nucleares. Los acuerdos internacionales que propusieron nunca se concretaron; hoy nueve naciones cuentan con esos dispositivos.
La era atómica tuvo su lado positivo. Se construyeron reactores para generar electricidad y para propulsar navíos. La medicina nuclear permite detectar y tratar muchos tipos de cáncer.
La superioridad aérea que tenían los alemanes fue superada con tres inventos: la espoleta de proximidad, el radar y la propulsión a chorro.
La espoleta, creada en la Universidad John Hopkins, estaba diseñada para detonar un proyectil automáticamente cuando el blanco pasara a través de un determinado plano o cuando la distancia al objetivo fuera menor a la predeterminada en su programación. De esa forma se pudo derribar a las bombas voladoras V-1, que asolaban a Londres y Amberes, y se tuvo capacidad de contrarrestar a los pilotos kamikaze en el Pacífico.
Se conocían los principios básicos de la transmisión y recepción de señales de radio y los ingleses habían experimentado con aparatos para detectar objetos distantes aun en la oscuridad o en la niebla, pero los físicos y los ingenieros electricistas nunca habían trabajado juntos.
Eso se solucionó al establecerse el laboratorio de radiación en el MIT. En sólo tres años se diseñó un radar, que diferentes compañías (General Electric, RCA, AT&T, Westinghouse y Raytheon) rápidamente adaptaron para instalarse en tierra o en barcos y aviones. Simultáneamente en Harvard se empezó a trabajar en contramedidas para engañar a los radares enemigos.
Aunque el CalTech logró desarrollar los motores jet antes del fin de la guerra, su participación en combate fue mínima. Sin embargo, su laboratorio de propulsión siguió siendo el más avanzado en esa materia y se convirtió en el principal soporte de la NASA.
AVANCES MÉDICOS
En ese periodo se desarrolla la cirugía de trauma (heridas, golpes y quemaduras; manejo de la sangre, sus derivados y sustitutos) y la medicina submarina y de aviación (efectos fisiológicos de las bajas temperaturas, la falta de oxígeno y las fuerzas gravitacionales).
Las infecciones mataban a más soldados que el enemigo. La malaria, transmitida por mosquitos, se trataba con quinina, un extracto de la corteza del árbol chinchona. Cuando los japoneses tomaron Java se cortó el suministro y docenas de farmacéuticas se pusieron a buscar un sustituto. Se probaron miles de compuestos en animales y en humanos hasta que se llegó a la cloroquina.
Las sulfas (usadas por los alemanes) resultaban efectivas contra la bacteria estreptococo, pero eran muy tóxicas. Se sabían los beneficios de la penicilina, pero no se habían podido hacer cultivos de moho a mayor escala. Los grandes laboratorios (Merck, Squibb, Pfizer y Lederle), por su cuenta, sin dinero del gobierno, intentaron hacer procesos de fermentación, para producirla naturalmente, al tiempo que trataban de identificar una estructura molecular para obtenerla sintéticamente. Finalmente encontraron la solución y pudieron cubrir las necesidades militares. Con las técnicas aprendidas surgió la moderna industria de los antibióticos.
Con todo, lo más relevante fue el surgimiento de cuadros de investigadores. Entre los participantes, muchos resultaron laureados con el Premio Nobel o se volvieron decanos de escuelas o directores de hospitales. Fred Terman, director del laboratorio de radiación del MIT, fue luego rector de Stanford y es considerado “el padre de Silicon Valley”.
Para enfrentar la pandemia de Covid, miles de científicos en todo el mundo han luchado por encontrar vacunas, pruebas y tratamientos. Al mismo tiempo, se avanzó en la telemedicina. Es un impulso a la ciencia tan importante como el de los años 40. Y esta vez sin afanes bélicos.