Sara Ahmed sostiene que las emociones no son meros estados individuales, sino fuerzas sociales que circulan entre cuerpos, discursos e imágenes, generando adhesiones, exclusiones y alineamientos políticos: el miedo separa, el amor une, el odio produce al “otro”.
Desde esta perspectiva, las emociones configuran el poder, la nación y las identidades colectivas.
En Diario de una transición histórica, Sheinbaum moviliza estratégicamente ese registro afectivo al narrar su vínculo con el pueblo, su “amor profundo por la patria” y su reconocimiento a López Obrador como líder transformador.
Con su relato convierte la transición presidencial en una escena de continuidad de amor, convicción y orgullo como vehículos de legitimidad y de adhesión al proyecto de la 4T.
Publicar su primer libro al recién cumplir un año como presidenta me parece un acto de coraje y de astucia política; y, todavía más, hacerlo como un testimonio emocional. Con ello, Sheinbaum claramente envía mensajes políticos diversos, a diversos destinatarios.
En este cruce entre teoría y práctica política, el libro adquiere una relevancia histórica singular: es el testimonio de la primera mujer en ocupar la Presidencia de México, quien escribe desde una voz íntima, reflexiva y consciente “uno de los momentos más extraordinarios que entrelazan mi vida con la historia de nuestro país”. El valor testimonial, por lo menos para todas las mexicanas, es incuestionable.
Adicionalmente, este libro constituye un manifiesto político que busca articular la sensibilidad popular con la responsabilidad institucional del poder.
En él, se prolonga la lógica emocional que caracterizó a su antecesor, pero le añade una dimensión propia: la de una mujer científica y política que combina la razón técnica con la empatía social.
Hay un guiño a los obradoristas, tanto a los de adentro como a los de afuera, que ven en las banderas del amor al pueblo, la lealtad y la esperanza, principios de gobernanza central.
Su narrativa propone un liderazgo que conjuga cierta continuidad blindada por la complicidad de una ideología compartida con la libertad y autonomía que permite separar y recalcular tácticas para ejecutar las propias.
Ejemplo de esto último lo encontramos explícitamente subrayado en la estrategia de seguridad en la que claramente se deslinda del “abrazos, no balazos”.
También, Diario de una transición histórica configura un mensaje dirigido a las bases y liderazgos de Morena.
En un contexto marcado por tensiones derivadas de denuncias de corrupción, diferencias internas y casos de despilfarro, Sheinbaum utiliza la narrativa del compromiso ético y la austeridad republicana como un llamado al orden y a la coherencia ideológica dentro del movimiento.
Al enfatizar la continuidad moral de la 4T, el libro funciona también como advertencia implícita frente a los riesgos de desvío del proyecto original, de cara a los retos electorales de 2027.
Para ello, no escatimó en ejemplos y recalcó algunos fallos del movimiento, como la elección de San Luis Potosí y, podríamos decir, también Durango.
En lo personal, advierto que la publicación de Diario de una transición histórica, evocando la emoción como poder, permite a Sheinbaum alimentar a varios pájaros con un solo grano y se coloca como punto de encuentro entre el testimonio y la agenda.
Publicarlo a un año de haber asumido la Presidencia no es un gesto conmemorativo, sino una forma de esclarecer su hoja de ruta desde los hombros del pasado, pero con superioridad para recalibrar y dirigir su propia proyección.
En sintonía con las ideas de Sara Ahmed, Sheinbaum convierte la emoción en guía política. Habrá que preguntar a Paco Taibo si ve méritos en la obra de la presidenta, que, si bien no es un poema, lleva al lector al terreno de las emociones. No es cuota, se llama astucia.