Los últimos años han sido de transformación para la banca mexicana, pues se han puesto en evidencia las innovaciones que podrían modificar la estructura del sistema financiero. Es claro que el sistema financiero del país atraviesa por un proceso de transformación, y comienzan a esbozarse los primeros trazos de lo que será la nueva banca mexicana ante la mayor visibilidad de los nuevos actores que se han incorporado al mercado. La banca tradicional, especialmente la banca de consumo o de menudeo, enfrenta una competencia cada vez más marcada frente a los neobancos y las fintech, y cada nuevo jugador es una aproximación sucesiva ante la inminente convergencia de ambos modelos de negocio.
La banca mexicana, aunque muy bien capitalizada, se encuentra ante un nuevo desafío: acelerar el acceso al financiamiento, tarea que lleva décadas sin ser alcanzada. A pesar de diversas iniciativas que se han llevado a cabo, la penetración bancaria sigue siendo la más baja entre nuestros pares latinoamericanos. La cartera de crédito del sistema financiero mexicano (considerando únicamente el crédito de la banca comercial) medida como proporción del PIB es apenas el 31 por ciento. Además, de acuerdo con datos de INEGI, a pesar de que el 54 por ciento de los adultos cuentan con algún acceso al financiamiento, de esta porción sólo el 47 por ciento lo hace a través de la banca tradicional.
Una de las razones del poco avance en la penetración bancaria en nuestro país, se explica porque los intereses no parecen alinearse del todo. Los bancos han basado su negocio en una captación muy barata, que a su vez ha inhibido la disposición a acelerar el acceso al crédito, en virtud de que han obtenido rendimientos sobre el capital muy elevados. Esto ha creado un status quo de alto rendimiento y bajo riesgo, que desafía la lógica de la intermediación financiera.
Pero el panorama presenta un paradigma: continuar con el modelo de negocio tradicional o bien modificar los fundamentales de la banca y acelerar el crédito. El grueso de los nuevos jugadores tiene en común un denominador: el acceso al público a rendimientos muy superiores en su oferta de instrumentos de ahorro, comparados con la banca tradicional, pues ofrecen retornos inclusive superiores a la tasa de referencia de Banxico. El resultado ha sido una captación que crece de manera acelerada. Este modelo de negocio ha irrumpido en el sistema financiero, y de acuerdo con datos de la CNBV, esta nueva oferta de instrumentos de ahorro representa cerca del 3 por ciento de la captación tradicional, donde mes a mes los crecimientos de estos jugadores muestran avances de doble dígito.
Este nivel de captación más cara pareciera ser un arma de doble filo, pues a primera instancia resulta evidente que presiona los márgenes de utilidad. Pero la verdadera disrupción, no es solo pagar más por los depósitos, sino los fundamentales detrás de esta estrategia. Una captación acelerada y sostenida exige, por necesidad operativa y eficiencia, una expansión crediticia más dinámica y flexible. Los modelos nativos digitales son intrínsecamente ágiles y se centran en el valor añadido de otorgar crédito rápido, en condiciones flexibles y a través de canales digitales. El enfoque estratégico se traslada del pasivo, donde la dinámica que ha permanecido es a mantener un costo de fondeo barato, al activo donde el modelo de negocio obliga a otorgar crédito de forma eficiente. El crecimiento del crédito, a pesar del mayor costo de fondeo, se convierte en una vía sostenible para aumentar la rentabilidad para el accionista. En este punto resultan torales la ejecución y la utilización de nuevas tecnologías que faciliten y hagan más dinámico, ágil y digital el negocio de crédito, sin sacrificar la conveniencia y la accesibilidad.
La irrupción de los nuevos jugadores está obligando al sistema a ser más competitivo, más digital y, finalmente, a cumplir con esa asignatura pendiente: aumentar la profundidad del crédito en México. Los primeros trazos de esta nueva banca ya están en el lienzo, y serán indelebles.