En el paquete económico del 2026 se presentó una iniciativa de elevar hasta el 50 por ciento los aranceles a países con los que México no tiene tratados comerciales, en especial tiene un énfasis relevante con respecto a China. En este contexto debemos de reconocer que la política arancelaria de México está intrínsecamente ligada a las tensiones comerciales globales, especialmente la disputa entre Estados Unidos y China. De acuerdo con el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, estos aranceles se plantean con la finalidad de defender el empleo y ciertas industrias relevantes en nuestro país, y de paso aliviar el enorme déficit que mantenemos con el gigante asiático. De acuerdo con información de los últimos doce meses, exportamos poco menos de 10 mil millones de dólares e importamos más de 130 mil millones de dólares, evidenciando el fuerte desbalance en materia de comercio exterior con ese país. A simple vista la imposición de tarifas, pareciera ser una cuestión relevante solamente para atajar la dinámica de la economía mexicana en comercio exterior con China, pero en realidad tienen un matiz diferente.
Esta semana, Ebrard dejó ver que el ajuste fino de los aranceles de las más de mil 500 fracciones arancelarias, vendrá tras las negociaciones que se hagan de cara al T-MEC, y en ese mismo sentido, los acuerdos comerciales que logren entablar Estados Unidos y China.
Hace unos cuantos días nuevamente escaló el conflicto comercial entre esos dos países. El foco de la tensión es el control de las tierras raras, que es un grupo de 17 metales que son esenciales para las industrias de alta tecnología, como vehículos eléctricos, sistemas de defensa, electrónica, y turbinas eólicas, donde China domina la cadena de suministro global, concentrando más del 70 por ciento de la producción mundial. La restricción a la oferta originaría irremediablemente una recesión en Estados Unidos, pues son componentes clave para ciertas industrias relevantes. No podemos negar que la incertidumbre en torno al conflicto comercial entre ambos gigantes es una cuestión toral, cuya resolución tendrá implicaciones directas para el mundo y para México.
Con esto en mente, hay que evaluar con detenimiento qué objetivos persigue Estados Unidos, en particular Trump. En este contexto, cuáles son los instrumentos que tiene para lograr sus fines, y más importante aún, cuál es la realidad que acota dichos objetivos. En ese sentido, es clave para México evaluar desde el punto de vista estratégico cómo nos mantenemos vigentes en un mundo que geopolíticamente está cambiando.
Es importante plantear el cuestionamiento, si somos una solución para Estados Unidos, pues hay una simbiosis entre nuestro país y nuestro vecino del norte; y al mismo tiempo existe una simbiosis distinta entre Estados Unidos y China. Entender los fundamentales de cada uno de estos países nos ayudará a posicionar de mejor manera los planeamientos de cara al T-MEC.
A pesar de los aranceles, México sigue exportando el 85 por ciento de la producción al país del norte, y de ese porcentaje, más del 80 por ciento lo hace con arancel cero. Pese al entorno de guerra comercial, el T-MEC sigue vigente, pues hay un respeto implícito por mantener ese mecanismo de gobernanza preferencial para atender al mercado norteamericano. Nuestra posición relativa comparada con el resto del mundo es positiva por el T-MEC.
En ese sentido, es necesario plantear cuáles sectores y cadenas productivas son relevantes para Estados Unidos, pues es una realidad que no se puede quitar la relevancia a China y a México al mismo tiempo, en todas las industrias y en todos los sectores. Es imperante reconocer la necesidad de incluir a México en la “norteamericanización” de las cadenas productivas. Las declaraciones más recientes del secretario de Economía parece que buscan alinear los intereses económicos de México a los de Estados Unidos, para elevar la relevancia de nuestro país en aquellos sectores clave y seguir enfatizando a México en la ecuación.