Las recientes minutas de las reuniones de política monetaria de México y Estados Unidos revelan dos enfoques divergentes que capturan la esencia de sus respectivos desafíos: mientras el Banco de México avanza hacia la idea de la continuación de los recortes de tasas de interés en aras de adecuar la política monetaria con base en la inflación y su convergencia al objetivo, con el menor sacrificio en términos de PIB (de acuerdo a su estimación); en tanto la Reserva Federal de Estados Unidos mantiene un tono de prudencia y se resiste a ceder ante la presión gubernamental, reafirmando su compromiso de combatir la inflación con mano firme. Esta dicotomía, reflejada en cada palabra de sus comunicados, no solo subraya las diferencias en sus contextos inflacionarios y de crecimiento, sino que también plantea interrogantes cruciales sobre el futuro de la relación de las políticas monetarias entre ambos países.
En Estados Unidos, las minutas mostraron una mayor preocupación por los riesgos para la inflación, que por el crecimiento. Al margen de que en la última decisión de política monetaria hubo dos integrantes que apoyaron un recorte de 25 puntos base, al interior de las minutas no parecen existir más miembros dispuestos a ceder ante las presiones y llevar a cabo recortes en las tasas de fondos federales. Algunos miembros del Comité Federal de Mercado Abierto, señalaron que los efectos de los aranceles se estaban haciendo más evidentes en los datos, y que esperaban que la inflación aumentara en el corto plazo. Sin embargo, siguen insistiendo que son inciertos el momento, la magnitud y la persistencia del choque inflacionario por motivo de las tarifas.
Con ello, a pesar de la fuerte volatilidad en las tasas implícitas observada a través de los futuros de las tasas de interés, las probabilidades de un recorte para el próximo mes de septiembre se moderaron significativamente. Será medular poner atención el día de hoy, a la intervención de Jerome Powell en el simposio anual de Jackson Hole, donde expondrá los objetivos de largo plazo y la estrategia de política monetaria. Considerando los últimos datos de inflación, en especial los del productor, es posible estimar que su tono se incline más del lado hawkish, es decir, de mantener la restricción monetaria y no ceder ante las presiones de Donald Trump.
Por su parte, las minutas de la última reunión del Banco de México muestran un tono acomodaticio, señalando que los recortes continuarán. Sin embargo, es notorio el énfasis sobre la gradualidad de los ajustes futuros en las tasas de interés. Al interior algunos miembros comienzan a evidenciar cierta preocupación sobre el comportamiento de la inflación subyacente y el señalamiento de que se necesita observar que retome su tendencia a la baja para decidir recortes futuros. Vale la pena señalar que dos miembros de la Junta de Gobierno se muestran más cautos con respecto a las próximas decisiones.
Por otro lado, ha tomado relevancia la postura monetaria relativa, donde los posibles ajustes a la baja que realice la Fed, le podrían brindar espacio para recortar más; así como la debilidad de la actividad económica, a pesar de que esta ha sido moderadamente más resiliente. A pesar del tono acomodaticio de Banxico, me parece que aumenta la preocupación y emergen ciertas discusiones sobre la posible trayectoria de la inflación subyacente. Esto se suma a la última encuesta de Citi Mexico, donde el grueso de los especialistas señala el poco espacio para recortar mucho más.
La divergencia de políticas monetarias entre Banxico y la Fed resalta la complejidad de sus respectivos panoramas económicos e inflacionarios, y el desfase en los correspondientes ciclos monetarios. La conducción de la política monetaria en México se enfrenta a una encrucijada donde la calibración final será crucial, pues el espacio para maniobrar dependerá de que la inflación subyacente muestre una clara trayectoria a la baja, más allá de la simple narrativa de los recortes.