Finalmente se anunció el plan estratégico para Pemex que aborda la problemática de manera holística. Comenzando por su abultada deuda financiera, y como se había anunciado previamente, se colocó en el mercado un instrumento financiero con notas precapitalizadas para fondear de recursos a la petrolera. Las notas p-caps, levantaron capital por 12 mil millones de dólares, superando las estimaciones iniciales, la tasa de interés que pagarán, será de los bonos del Tesoro americano a cinco años, más una sobretasa de 170 puntos base, misma que se encuentra 50 puntos base por encima del UMS (bono mexicano emitido en dólares al mismo plazo). Adicionalmente, se creará un fondo por 250 mil millones de pesos respaldado por el gobierno, constituido por fondeo de la banca de desarrollo –principalmente Banobras–, inversionistas institucionales y banca comercial.
Los recursos de las notas p-caps serán destinados al pago de los vencimientos del 2025 y 2026, que suman 23 mil 800 millones de dólares. Los fondos de la banca de desarrollo y otros inversionistas, al pago de proveedores, y a proyectos cuyos retornos deben de cumplir con ciertas características. Con esto, y de acuerdo con la Secretaría de Energía, la deuda con costo financiero de Pemex se reducirá de 98.8 mil millones de dólares a 77.3 mil millones de dólares en el 2030, lo que representa una disminución de poco más del 20 por ciento. Además se estima que en el 2027 la empresa paraestatal será autosuficiente y no requerirá el apoyo del gobierno.
En la parte operativa, me parece que hay cambios con respecto a la administración anterior que vale la pena destacar. Para empezar se reconoce la problemática de la caída en la producción y la falta de inversión, así como el elevado nivel de apalancamiento, además se dejan atrás las transferencias gubernamentales que no resolvieron la problemática ni financiera ni estructural.
Del 2019 a la fecha, la petrolera ha mostrado reducciones en la producción del 13 por ciento con respecto a lo proyectado, ya que en el plan anterior el objetivo central era aumentar la producción y reducir el pago de impuestos. Al segundo trimestre del año, la producción sin condensados ascendió a 1.344 millones de barriles diarios (mdbd), inferior en más de 20 por ciento de lo que se registró al cierre del 2019, que se situó en 1.706 mdbd.
Uno de los cambios más relevantes son los esfuerzos de inversiones que serán destinados en su mayoría en el segmento de exploración y producción. El plan actual contempla estabilizar la producción en 1.8 millones de barriles diarios, y para ello proponen inversiones mixtas, con el apoyo de capital privado en proyectos productivos, principalmente para el desarrollo de campos con alto potencial o geología compleja, permitiendo a Pemex compartir la inversión y sus resultados.
La parte negativa es que el negocio de refinación, que es perdedor per se, no parece existir un cambio estructural que permita que ese segmento sea rentable y que genere utilidades en el largo plazo. La propuesta principalmente, contempla la finalización de las plantas coquizadoras, que no resuelve la problemática de las fuertes pérdidas, la falta de eficiencia y de uso de tecnología.
Finalmente, en la parte impositiva, que no es nueva, se reduce y simplifica la carga tributaria a un solo impuesto: el derecho petrolero del bienestar, que aliviaría ciertas presiones en los flujos.
A grandes rasgos, hay un cambio inequívoco sobre la ruta petrolera, pero me parece que es insuficiente. El planteamiento de la problemática sobre la situación financiera, de la debilidad de los resultados operativos es un avance, al tiempo que las soluciones podrían resultar positivas dadas las restricciones actuales. El intentar estabilizar la producción con el apoyo de inversiones mixtas implica la construcción de alianzas estratégicas, para ello será toral una gestión eficiente y la rendición de cuentas. El plan presenta un punto de inflexión para reordenar la situación de Pemex y, de paso, la estabilidad de las finanzas públicas, el gran reto es la ejecución.