Tras la lectura de la inflación de la primera quincena de junio resulta evidente que hemos dejado atrás el progreso desinflacionario. La inflación general ha pasado de 3.9 al cierre de diciembre, a 4.51 por ciento, en tanto el componente subyacente, que excluye elementos volátiles como los agropecuarios, las tarifas del gobierno y energéticos, se ubicó en 4.20 por ciento, acelerándose por seis lecturas consecutivas. Al interior, las mercancías alcanzaron un nivel de 3.89 por ciento, significativamente superior al registrado un año atrás, en 3.3 por ciento, tanto por el alza de las alimenticias como de las no alimenticias, mientras que los servicios se ubicaron en 4.61 por ciento en términos anuales.
La mala noticia es que el consenso de mercado no espera un gran progreso para el cierre del año, pues de acuerdo con las encuestas de especialistas privados, los pronósticos de inflación general y subyacente se sitúan en 3.90 y 3.95 por ciento, respectivamente.
Sin embargo, la Junta de Gobierno del Banco de México ha disminuido en 200 puntos base la tasa de referencia este año, tras haber recortado el día de ayer 50 puntos base, en un movimiento plenamente anticipado por el mercado, aunque fue una decisión dividida.
La pieza toral de información de la reunión de política monetaria fue el tono del comunicado y la guía prospectiva. Derivado de la trayectoria reciente de inflación, y tras ciertos comentarios de algunos miembros de la Junta de Gobierno, el mercado comenzaba a debatir no sólo la magnitud de los recortes, sino el camino que habría de tomar la política monetaria hacia adelante.
En ese tenor, apuntaron hacia menores recortes dentro de una postura que busca relajar las condiciones monetarias, pues hicieron dos cambios notorios en su comunicación. Explícitamente señalan recortes adicionales, solo que en esta ocasión eliminaron la frase “magnitud similar” que había sido interpretada por ajustes de 50 puntos base, que fueron la constante en la primera mitad del año. Derivado de los factores que influyen en la inflación, es posible esbozar un escenario de pausas entre reuniones. Por otro lado, si bien el balance de riesgos se ha mantenido persistentemente sesgado al alza, quitaron la mención de la mejoría reciente que se había observado en el camino desinflacionario.
En ese orden de ideas, hicieron revisiones al alza en la inflación para los siguientes cuatro trimestres, bajo el argumento de un alza mayor a la anticipada de las mercancías, al tiempo que la baja en los servicios ha sido más gradual. Sin embargo, mantiene la convergencia hacia el objetivo en el tercer trimestre del año entrante, que en mi opinión tiene bajas probabilidades de ocurrencia, más aún considerando la trayectoria de la inflación subyacente.
Además, para complementar la complejidad de las decisiones futuras, esta semana se publicó el dato del IGAE, que suele ser un buen indicador sobre la actividad económica, y que generalmente anticipa la trayectoria del PIB. Al mes de abril, la economía habría repuntado 0.5 por ciento en términos mensuales, sin considerar efectos estacionales y de calendario para observar un crecimiento del 1.5 por ciento año a año. El crecimiento provino primordialmente de los servicios que muestran –a pesar de todo– cierta resiliencia.
La debilidad económica había sido considerada como un argumento adicional que respaldaba los recortes agresivos en la tasa de interés. El repunte en actividad económica y las expectativas de un segundo semestre más dinámico, ponen en tela de juicio movimientos de fuertes recortes hacia adelante, pues un crecimiento, aunque modesto, en la demanda agregada podría resultar en una resistencia a la baja en la inflación, particularmente de servicios, cuyo progreso ha sido limitado.
Me parecen contradictorios las revisiones al alza en la inflación y el recorte de 50 puntos base, pues no podemos descartar que, dado el entorno, la inflación de facto se acelere más hacia el final del año considerando todos los determinantes para la formación de precios.