Imagina que diriges una empresa de procesamiento de alimentos en un mercado local. Un día, el precio de un insumo se dispara. No se trata de una mala cosecha ni de un cambio en tu proveedor, sino del efecto de una decisión política tomada entre Washington y Pekín. Esa medida, ajena en apariencia a tu compañía, termina alterando tu cuenta de resultados, tensiona la relación con clientes y obliga a recortes que comprometen la calidad y erosionan la confianza. Liderar en estos tiempos demanda una visión sistémica, una forma de pensar y actuar que anticipe conexiones.
Las señales abundan. Las medidas climáticas elevan costos y obligan a rediseñar cadenas de suministro. Las tensiones entre potencias reubican proveedores y provocan escasez en sectores estratégicos. Las decisiones económicas y políticas en otros países modifican tasas, divisas y acceso al crédito sin previo aviso.
Todo esto ocurre al mismo tiempo que la automatización y la inteligencia artificial reconfiguran procesos, eliminan roles tradicionales, introducen sesgos imprevistos y desafían marcos legales y éticos. Estas fuerzas no operan de manera aislada, sino que se entrecruzan, se amplifican mutuamente y generan consecuencias que rara vez coinciden con los planes iniciales.
Este entorno trasciende a la intuición y a los modelos lineales. Exige una forma distinta de dirigir. Ya no basta con seguir los indicadores habituales ni proyectar desde los datos del mes anterior. Lo indispensable es desarrollar sensibilidad para identificar patrones incipientes, vínculos sutiles y señales que, en solitario, parecen débiles, pero juntas anticipan puntos de inflexión.
Es fundamental expandir esta visión a los accionistas, inversionistas y directivos, además de escuchar a clientes, proveedores, comunidades y colaboradores, pues da acceso a información que suele pasarse por alto. Es necesario incorporar distintos horizontes temporales para evitar que lo inmediato determine el rumbo por completo.
Es básico revisar supuestos, contrastar escenarios y corregir con rapidez cuando el sistema lo demande. Esta perspectiva no elimina el riesgo; sin embargo, permite anticipar posibles descalabros o aprovechar oportunidades. Y, sobre todo, ofrece una manera de conservar margen de acción en medio de la incertidumbre.
El enfoque sistémico va más allá de predecir el futuro, busca el aprender a interpretar las señales antes de que se transformen en consecuencia. Quien cultiva esa mirada no evita el riesgo, pero deja de vivirlo como una sorpresa.
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