Mis Finanzas y Coaching

¿Existe el equilibrio entre la vida y el trabajo?

¿Cómo alcanzar el balance vida-trabajo? Alberto Tovar señala que se trata de aspectos que se influencian mutuamente. Lo que sucede en la oficina impacta en casa, y viceversa.

¿Existe realmente el famoso balance de vida? Es un tema recurrente en las sesiones de coaching. Los ejecutivos con frecuencia deben asumir múltiples roles, como el profesional, de pareja, padre, amigo, hijo, etc. y cada uno demanda tiempo, atención y compromisos. Al final del día, es inevitable que surja la incomodidad de sentir que se pudo haber estado más presente en alguno de tantos ámbitos.

La vida cotidiana es una navegación en constante desequilibrio, semejante al barco que trata de mantenerse estable en medio de la tormenta. En ciertos momentos, es natural que el trabajo absorba gran parte de nuestro tiempo, especialmente en situaciones críticas como iniciar una empresa, enfrentar crisis internas o gestionar cambios profundos. Sin embargo, en otros momentos, es la familia quien exige atención prioritaria, en vacaciones, eventos importantes de los hijos, o cuando la pareja necesita reconectar emocionalmente. En algunos casos, la salud se vuelve el centro de atención y requiere absoluta prioridad.

Es decir, vivimos en una permanente inclinación hacia un lado u otro, intentando no caer. La analogía más clara es quizá la del equilibrista en la cuerda floja: para mantenerse sin caer, constantemente tiene que inclinarse, ajustarse, compensar. No existe un punto fijo, ni un equilibrio eterno, sino una continua adaptación.

Desde la perspectiva del coaching ejecutivo, sostengo que el llamado “balance vida-trabajo” es más un mito cultural que una realidad viable. Esta noción implica erróneamente que vida y trabajo son dos aspectos separados que compiten entre sí, cuando en realidad se influencian mutuamente de manera constante. Lo que sucede en la oficina impacta inevitablemente en casa, y viceversa.

Por ello, prefiero plantear la integración en lugar del equilibrio. La integración parte del reconocimiento de que todos los roles que interpretamos forman parte de un único ecosistema personal, que responde a nuestros valores y prioridades más profundas. En este contexto, ya no importa tanto cuánto tiempo exacto dedicamos a cada ámbito, sino cómo hacemos que todos convivan armónicamente.

Esta visión demanda un mayor grado de autoconciencia y responsabilidad. No basta con ordenar la agenda. Debemos reflexionar sobre qué significado damos a nuestro trabajo dentro del proyecto de vida que estamos construyendo. ¿Estamos viviendo coherentemente según nuestros valores o simplemente reaccionando a las demandas externas? La respuesta honesta a esta pregunta es crucial para orientar nuestra vida hacia una auténtica satisfacción.

La integración no significa que todo se mezcle indiscriminadamente, ni mucho menos trabajar más horas en nombre de la flexibilidad. Se trata, más bien, de tomar decisiones conscientes sobre cómo equilibrarnos continuamente en este balanceo inevitable.

Lo importante no es buscar un equilibrio perfecto, sino estar conscientes de hacia dónde nos inclinamos, comunicarlo claramente a quienes nos rodean, y ser capaces de regresar, con la certeza de que el movimiento, más que el equilibrio, es la verdadera constante de una vida bien vivida.

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Alberto Tovar

Alberto Tovar

Economista, especializado en negocios y finanzas personales; certificado como coach de vida y equipos. Actualmente es el Director Regional de la Zona Norte de El Financiero. Ofrece conferencias, consultoría y coaching a organizaciones diversas.

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