Hace unos días conversaba con una experta repostera, quien me explicaba que las recetas no siempre funcionan igual. El resultado depende de factores como la altitud de la ciudad donde se hornea, la humedad del ambiente ese día, la calidad de los ingredientes e incluso la precisión del horno, entre muchas otras cosas. Algo similar sucede con las finanzas personales, pues tampoco existen recetas infalibles al depender los resultados de las circunstancias y el contexto particular.
Tomemos como ejemplo la situación actual. Las tasas de interés siguen descendiendo y hoy rondan el 8 por ciento, después de que habían llegado hasta 11 por ciento. Esto es relevante para quienes alguna vez soñaron con vivir de los intereses. Si no están atentos, es posible que deban enfrentar serios ajustes en sus planes, sobre todo porque se espera que continue esta tendencia.
Del mismo modo, quienes optaron por protegerse en dólares debido a la retórica hostil de Donald Trump hacia México, han visto cómo sus expectativas no se han cumplido. El mercado cambiario mostró alta volatilidad, con una notable apreciación del peso mexicano frente al dólar, lo que perjudicó los planes iniciales de muchos inversionistas.
Y qué decir del mercado bursátil. Invertir en acciones tecnológicas, consideradas apuestas seguras, tampoco ha garantizado resultados positivos. Empresas líderes como Apple, Amazon o Alphabet han mostrado comportamientos decepcionantes, incluyendo caídas importantes.
Ante esta realidad, más que proponer una nueva receta financiera, prefiero sugerir algunos principios básicos que siempre funcionan:
Primero, revisar constantemente el contexto actual y proyectar escenarios futuros.
Segundo, diversificar de manera inteligente. Esto no implica dispersar recursos sin criterio, sino distribuirlos estratégicamente en opciones sólidas y complementarias.
Tercero, reevaluar en forma continua las decisiones tomadas, pues aquello que hoy parece acertado podría no serlo mañana.
Por último, aceptar pronto las pérdidas derivadas de malas resoluciones.
Si aplicamos estos principios, será posible navegar con mayor seguridad en un entorno económico cambiante, construyendo así un patrimonio sólido y creciente en el tiempo.
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