Llega el ejecutivo con un informe de mercado impecable: gráficos claros, proyecciones convincentes y una narrativa pulida que seduce desde la primera diapositiva. Todo parece perfecto; quizá demasiado perfecto. La duda surge de inmediato: ¿estamos frente a un talento excepcional o ante un “atleta” dopado, con la ayuda de esteroides digitales provistos por la inteligencia artificial (IA)?
La reflexión está lejos de ser trivial. Dos estudios recientes aportan evidencias que recomiendan mantener cierta cautela sobre estas herramientas generativas. El primero proviene de Apple y derriba lo que denominan “la ilusión del razonamiento”. Su investigación muestra que los llamados Large Reasoning Models (LRMs) tienen limitaciones significativas cuando aumenta la complejidad de los problemas.
Dicho de otro modo, en tareas sencillas, los modelos estándar pueden incluso superarlos. En desafíos complicados, los LRMs exhiben ventajas, pero cuando la dificultad alcanza cierto umbral crítico, ambos tipos de modelos colapsan por completo en precisión. Paradójicamente, justo cuando más apoyo se requeriría, la capacidad de razonamiento de estos modelos disminuye hasta caer en una peligrosa inconsistencia.
Por otra parte, el MIT Media Lab añade un nivel adicional de alerta en su investigación sobre la denominada “deuda cognitiva”. Este estudio revela cómo el uso frecuente de herramientas como ChatGPT para tareas creativas o analíticas debilita las conexiones neuronales, en especial en regiones cerebrales clave como la corteza prefrontal y parietal.
Estas áreas son esenciales para el pensamiento crítico y la memoria operativa, y, según los resultados, delegar excesivamente estas funciones a la IA deteriora la capacidad de razonar y recordar información a las personas. Este efecto es evidente al enfrentar tareas sin asistencia tecnológica después de haber dependido de ella.
El verdadero riesgo de la IA está en dejarse seducir por su aparente perfección y eficiencia, olvidando que su función real es complementar, no sustituir, el criterio y la reflexión humana.
La productividad dopada con IA se ha convertido en un fenómeno del cual debemos cuidarnos, pues detrás de presentaciones deslumbrantes podría ocultarse una peligrosa dependencia tecnológica que reduce nuestra capacidad analítica y crítica.
¿Significa esto rechazar las ventajas de la IA? De ningún modo. Lo esencial es adoptar estas tecnologías con plena conciencia de sus límites y riesgos. La supervisión y participación de expertos resulta imprescindible, pues no se trata únicamente de producir más y más rápido, sino de asegurar que cada decisión se sustente en análisis rigurosos y auténticos, alejados de espejismos digitales.
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