Alberto Muñoz

El renacimiento industrial necesita robots y a México

México tiene en sus manos la capacidad de reconstruir el futuro de la manufactura global, no como actor secundario, sino como arquitecto y socio esencial en una nueva era donde los robots no reemplazan el trabajo, sino que amplifican el ingenio humano.

Mientras en USA y Canadá debaten entre el ideal del nearshoring, friendshoring y reshoring y las realidades económicas y tecnológicas de su base industrial, una oportunidad geopolítica y productiva se abre para México. La manufactura global está en una etapa de transformación profunda, y si se juega bien, este momento podría marcar el inicio de una nueva etapa de liderazgo mexicano en innovación, robótica e integración inteligente de sistemas.

Un reciente artículo del Financial Times (Murray & Uddin, 2025) sostiene que los robots no son la solución al regreso de la manufactura en los USA. Se citan razones conocidas: costos elevados de automatización, falta de técnicos calificados, incertidumbre política y resistencia sindical. Y es cierto: los robots no son una varita mágica. La instalación de un solo brazo robótico puede implicar hasta 150 mil dólares en infraestructura, y aún en USA, muchas fábricas medianas no cuentan con el capital ni con la gente capacitada para hacerlo funcionar. En varias plantas, hay auténticos “cementerios de robots” abandonados por falta de know-how para operarlos y mantenerlos.

La robótica y la inteligencia artificial están avanzando a una velocidad vertiginosa, como lo demuestra el creciente ecosistema de hackatones globales como LeRobot, AI Robotics Global Challenge, eventos como Deep Tech Week y el Hard Tech Venture Summit en San Francisco, así como reconocimientos recientes a empresas emergentes como Hello Robot y HEBI Robotics, y el fascinante universo de humanoides cosmopolitas que empiezan a asomarse en diversos sectores, aun con sus limitadas y divertidas capacidades.

Con miles de participantes en conferencias internacionales como IEEE ICRA, IROS y otros eventos de inversión queda claro que la comunidad tecnológica está movilizándose no solo para crear soluciones de alto impacto, sino también para consolidar redes globales. Al mismo tiempo, surgen preguntas estratégicas sobre si Alphabet —con iniciativas como Waymo— está encaminándose a ser el “Berkshire Hathaway de la robótica y el AI”, aunque su papel aún parece más centrado en aplicaciones que en infraestructura base del ecosistema (picks and shovels). La aceleración es tangible y las oportunidades, globales.

Sin embargo, los argumentos para no automatizar —costos, escasez de talento, volatilidad de políticas— son precisamente las razones por las que México debe convertirse en un protagonista estratégico del nuevo paradigma industrial. Nuestro país forma cada año a miles de ingenieros en robótica y sistemas digitales, inteligencia artificial, mecatrónica y automatización. Muchos de ellos ya dominan tecnologías de rápida integración como ROS, visión por computadora, edge computing, control inteligente y sistemas embebidos. El desarrollo de nuestros ingenieros en nuestro país ha sido resiliente a ciclos políticos y a guerras comerciales. México está listo para integrarse —y liderar— cadenas de valor más sofisticadas.

Necesitamos enfrentar los nuevos retos con otra mentalidad. Opto por una posición que puede ser considerada de optimismo irracional (irrational optimism) en la que veo una ventana histórica para México: creamos en un futuro antes de que sea evidente para todos. Pero también lo hago desde un realismo sin ataduras (uncompromising realism) y reconozco que las condiciones no son ideales, que aún falta infraestructura, inversión estratégica y articulación política. Y, sin embargo, ese binomio —soñar sin permiso y ejecutar con disciplina— es el que ha hecho que países como Corea del Sur y China transformen su historia en menos de una generación.

Mientras que en USA, el presupuesto federal para investigación científica vive nuevas dinámicas y se carece de una estrategia nacional de integración regional en robótica, países como China y Corea del Sur se consolidan como líderes gracias a políticas agresivas de subsidios, créditos fiscales e inversiones estatales. México puede —y debe— aprender de ambos modelos: aprovechar su relación estratégica con Norteamérica y su creciente comunidad científica e industrial para posicionarse como el integrador ágil que conecta innovación con industria.

Ya no basta con producir más barato. Se trata de producir con más inteligencia, resiliencia y valor agregado. Y ahí es donde nuestras universidades, centros de investigación, startups tecnológicas (Deep Tech y ya no más de emprendimientos light tipo “Mermeladas de la abuela” o de “Galletas El Sapito”) y compañías integradoras tienen un rol insustituible. La nueva generación de robots colaborativos, más baratos, más fáciles de programar y entrenados con IA, está reduciendo las barreras de entrada a la automatización. Pero sin talento humano no hay transformación posible. Y ese talento está aquí. En nuestros ingenieros, desarrolladores, técnicos y emprendedores. Solo hace falta que lo veamos con claridad, que lo articulemos con visión estratégica y que lo potenciemos con políticas públicas audaces.

México no necesita esperar a que otros resuelvan su camino industrial. Tiene en sus manos —literalmente— la capacidad de reconstruir el futuro de la manufactura global, no como actor secundario, sino como arquitecto y socio esencial en una nueva era donde los robots no reemplazan el trabajo, sino que amplifican el ingenio humano.

[1] Clara Murray y Rafe Uddin, “Why robots are not the answer to US manufacturing reshoring hopes,” Financial Times, 1 de mayo de 2025. Disponible en: https://www.ft.com/content/a72aba3c-7643-43ab-b28e-a59b9725955e

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