Las empresas vivimos una crisis de talento debido a una limitante de docentes responsables, creativos, capaces de explicar y argumentar con pensamiento crítico y sobre todo con virtudes y habilidades sociales.
Así, las destrezas, tanto individuales como empresariales, las hacen competentes y con el aprendizaje permite ejecutar una habilidad con cierta elegancia y eficiencia. En su más reciente obra El reto de la educación progresiva actual, Caty Franco (C.F.) describe la escuela The Workshop (T.W.) que fundó C.F. hace 34 años y en la cual sus alumnos aprenden gran parte de dichas destrezas.
Su libro es una travesía, una batalla épica para lograr un sueño: una escuela que forme seres humanos creativos, seguros y competentes tanto en lo social como en lo académico. En T.W. se impulsa la creación de puentes, de escaleras, de espacios.
Gracias al enorme esfuerzo de C.F. y su equipo, la escuela ha contado con espacios adecuados para convertir las aulas en un ecosistema propio para la visualización, el aprendizaje colaborativo y sobre todo, un espacio de convivencia para interactuar.
La obra de C.F. incluye un conjunto de reflexiones sobre la esencia de las cosas, sobre las propiedades, las causas y los efectos del enseñar y el aprender; además, agrega un conjunto sistemático propio de su razonamiento. Toda una filosofía educativa. Y son justamente esas habilidades sociales y cognitivas las que trabajan sus alumnos todos los días.
Comparto plácidamente con C.F. mi entendimiento del constructivismo y su planteamiento de una educación basada en el apoyo a desarrollar habilidades y competencias, pero sobre todo la necesidad de impulsar esas destrezas de forma continua, con poder significativo, que alimente la satisfacción y que permita ser receptivos, empáticos para dar y para recibir.
He logrado atestiguar, como tecnológo, cómo C.F. y The T.W. han impulsado STEAM (ciencia, tecnología, ingeniería, artes y matemáticas) de manera decidida, firme, constante y sobre todo, de manera clara, más allá del simple discurso, desde hace más de 20 años.
Las ciencias mismas hoy día dependen en gran parte del denominado Deep Tech, donde la fusión y sinergía de los saberes, las prácticas, las ingenierías así como el saber-hacer (en el que tanto insiste C.F.) van moldeando incluso los modelos de negocio. Podría concluir que C.F. ha logrado hacer realidad su sueño, crear una escuela en la que a través de actividades significativas los alumnos desarrollen su autoconcepto, el pensamiento crítico, la creatividad y las habilidades sociales tan necesarias en un mundo tan incierto, complejo, ambiguo y volátil.
En T.W. mis hijas no solo aprendieron a leer, escribir y expresarse tanto en castellano como en inglés, sino que lograron incorporar una cierta apertura a los idiomas como herramienta de descubrimiento y exploración. Así, tenemos ideas y referencias de la importancia de lo que nos explica C.F. en su libro, la libertad a la que debe estar expuesto el individuo, el poder usar la tecnología y entender su contexto para poder ser una mejor persona, tanto para él y su entorno, como para abonar, de alguna manera a tener un mundo mejor.