Alberto Muñoz

El caótico Premio Nobel de Física 2021

El Premio Nobel de Física 2021 se otorgó a tres científicos: Syukuro Manabe, Klaus Hasselmann y Giorgio Parisi, justamente por sus aportaciones al estudio y entendimiento de los sistemas complejos.

Un sistema complejo se caracteriza, ya sea por la dificultad de poder identificar las características que definen su comportamiento o por el gran número de parámetros que lo definen. Por supuesto, esta es solo una simple aproximación a la compleja definición que merece -y disculparán la redundancia- la complejidad.

Lo que es aún más complejo de entender es justamente el caos que se puede obtener cuando el sistema es sumamente complejo. Es decir, es posible que no podamos predecir en lo más mínimo el comportamiento del fenómeno que tratemos de entender.

El Premio Nobel de Física 2021 se otorgó a tres científicos (Syukuro Manabe, Klaus Hasselmann y Giorgio Parisi) justamente por sus aportaciones al estudio y entendimiento de los sistemas complejos. Por más que Bertrand Russell intentó redefinir las matemáticas para poder explicar incluso lo más complejo, Kurt Godel dejó en claro que los cuerpos axiomáticos -algo así como el lenguaje del pensamiento formal- será siempre insuficiente para poder describir un sistema completo, sin contradicciones.

Los brillantes galardonados trascendieron el lenguaje de la complejidad y se enfrentaron a la observación de sistemas compuestos de una gran complejidad de elementos y parámetros, se atrevieron incluso a definir su descubrimiento en sus laboratorios de una serie de principios que rigen las distintas fases del desorden y las fluctuaciones en los sistemas físicos, desde niveles atómicos hasta los de escala planetaria.

Seguramente recordamos la frase que se pone en voz de Einstein sobre que “Dios no juega a los dados con la vida”.

Los tres galardonados no vienen a contradecir a Einstein pero si nos dan una idea, por ejemplo, de cómo serían esos dados, cuántas caras tendrían e incluso, nos dicen los resultados si es que Dios los avienta rápido o lento sobre dicha superficie.

En nuestra vida de todos los días difícilmente nos enfrentamos a la enorme complejidad del mundo microscópico ni mucho menos del inter planetario, pero sí estamos acostumbrados a observar y vivir las interacciones recurrentes de los seres humanos. Y ni se diga al momento de tomar decisiones, sobre todo cuando dejamos al intelecto -en el nivel que sea- el que rige dicho proceso. Ya desde los años 50, genios como Arrow, Gibbard y Satterthwaite desarrollando los teoremas necesarios para explicar lo complejo que puede ser el mantener el equilibrio en la toma de decisiones conjunta, la negociación, la coordinación e incluso la cooperación en los seres humanos. Y ni se diga lo caótico que se puede volver la situación cuando se incrementa el número de participantes, salvo que las decisiones se atomicen.

Tal y como sucede en los centros de toma de decisión democráticos y en las dictaduras. En ambos extremos y en el intermedio ocurre exactamente lo mismo.

El futuro de la toma de decisiones quizás no transgrede los teoremas de Arrow, Gibbard y Satterthwaite, pero seguramente las computadoras podrán ser cada vez más poderosas para ayudarnos a predecir las consecuencias de las malas decisiones, por más democráticas que sean.

Esa es justamente la belleza del trabajo de los nuevos laureados: poner su aportación para entender cada vez más y mejor, este caótico mundo. Quizás el cómputo científico, apoyado en la física y las matemáticas sean la única esperanza.

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