Bloomberg Opinión - Spinetto

Los restaurantes de Ciudad de México no son culpables

Juan Pablo Spinetto señala que la marcha contra la gentrificación y los ataques contra comercios dañan la imagen de la CDMX, que se prepara para recibir a miles de turistas por el Mundial 2026.

“Vuélvete a tu país”, gritaba enfurecida la multitud, al tiempo que lanzaba amenazas e insultos a comensales aterrorizados.

La reciente protesta contra la gentrificación y los visitantes extranjeros en la Ciudad de México culminó con violencia, dejando 46 establecimientos vandalizados y conmocionando tanto a residentes como a turistas. La causa formal era protestar contra el aumento de los alquileres y el desarrollo comercial descontrolado en los barrios de moda de la ciudad, pero el resultado puso al descubierto una realidad más cruda: México podría no ser el oasis de tolerancia y amistad hacia los extranjeros que todos creíamos.

Aunque la capital mexicana no es la única que enfrenta una revuelta contra el turismo, el tono xenófobo de la marcha de principios de julio —con el inevitable 'gringo go home’ como lema— dejó una huella indeleble. A menos de un año del inicio de la Copa del Mundo en el Estadio Azteca, las imágenes de comensales indefensos y personal de restaurantes atacados por hordas sin intervención de las autoridades están dañando la reputación de Ciudad de México como una de las metrópolis más cosmopolitas del mundo. Es urgente reparar este daño. Lamentablemente, la débil respuesta del gobierno capitalino —que parece más interesado en usar la gentrificación como arma política contra el distrito opositor donde ocurrió la marcha— sugiere que el conflicto apenas comienza. Está prevista una segunda protesta para el 20 de julio.

El sector de la restauración y la hostelería se ha convertido en el blanco de la controversia, quizá por su alta visibilidad frente a otros actores como los promotores inmobiliarios. Ciudad de México, durante mucho tiempo un destino predilecto para el turismo cultural y gastronómico, ha emergido de la pandemia como una de las grandes ganadoras de la ola de los nómadas digitales. Sus restaurantes, desde la alta cocina hasta los puestos callejeros, no solo son pilares de una de las escenas culinarias más emocionantes del planeta, sino uno de los motivos por los cuales en 2024 atrajeron a más de 14 millones de visitantes. El mes pasado, Richard Hart, considerado uno de los mejores panaderos del mundo, abrió su primer local fuera de Europa en la colonia Roma Norte, asegurando que México “está en llamas”.

Por eso, castigar a los restaurantes por la gentrificación —como hicieron los grupos radicales durante la marcha— no solo es injusto, sino que perjudica a una industria clave justo cuando la inversión privada en México cae, se destruyen empleos y más de 30 mil empresas formales han desaparecido en el último año. Es comprensible que haya molestia por el alza de precios y el desplazamiento de restaurantes familiares por opciones de lujo orientadas a turistas. Pero en una ciudad con más de 60 mil restaurantes, bares y cantinas, hay espacio para todos los gustos y bolsillos.

El sector se fortalece gracias a su espíritu emprendedor, creatividad e inversión privada, que le permiten sortear obstáculos impuestos por el Gobierno. Restauranteros se quejan de trámites burocráticos, extorsiones disfrazadas de inspecciones, aumento de costos y escasez de personal calificado. Con una caída del 3.5 por ciento en el turismo internacional el año pasado y una ocupación hotelera de apenas 65 por ciento es difícil hablar de turismo excesivo.

A pesar de contar con más establecimientos, el sector no ha recuperado niveles prepandemia y enfrenta menor consumo, inflación y una economía estancada, según Jack Sourasky Olmos, director de Canirac en Ciudad de México.

“Los reclamos vecinales son legítimos. Lo que hicieron mal es que la gentrificación se use como excusa para criminalizar a todo el sector restaurantero u hotelero. Todos fuimos agredidos simplemente por operar un restaurante en una zona turística”, me dijo.

Frente a los grandes retos de México —desde la inseguridad hasta su relación con Donald Trump— algunos podrían ver este conflicto como menor. Se equivocan. México es el sexto país más visitado del mundo y el turismo representa casi 9 por ciento del PIB. La capital se ha posicionado como sede de eventos globales como la Fórmula Uno y el Día de Muertos. Renunciar a esa estrategia sería un error.

Parte del desprecio expresado contra los estadounidenses puede ser una reacción inevitable a la retórica antimexicana que domina en EU. Como extranjero con casi una década en Ciudad de México, siempre me he sentido bienvenido (bueno, salvo cuando manejan). Pero las encuestas revelan un malestar real: según Alejandro Moreno para El Financiero, 51 por ciento considera que la llegada de extranjeros perjudica a la ciudad; solo 41 por ciento cree que es beneficiosa. Los políticos no deben avivar ese resentimiento por conveniencia.

Ni siquiera se necesitan actos violentos para ver que la gentrificación despierta pasiones. Desde la marcha, la prensa local ha publicado más de dos docenas de columnas: desde visiones nostálgicas hasta análisis técnicos bien fundamentados. Como escribí el año pasado, la solución exige planificación urbana, inversión en transporte y servicios, y sobre todo, más vivienda. En 2023, se construyeron apenas mil 157 viviendas en una ciudad con más de 9 millones de habitantes.

Nada de esto es culpa de los restaurantes, hoteles o promotores, convertidos en chivos expiatorios. En lugar de ceder ante los prejuicios o ignorar los excesos de los manifestantes, quienes se preocupan por el carácter de la capital deben enfocarse en soluciones prácticas que traigan bienestar para todos.

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