Bloomberg Opinión - Spinetto

Petro tiene problemas más grande que acusaciones de drogadicción

Gustavo Petro está perdido, política y económicamente hablando, y amenaza con llevar a Colombia a una crisis fiscal, escribe Juan Pablo Spinetto.

En el mundo de las acusaciones políticas, pocas son tan explosivas como esta.

Álvaro Leyva, exministro de Relaciones Exteriores de Gustavo Petro, publicó la semana pasada una carta devastadora en la que acusa al presidente colombiano de tener problemas de adicción a las drogas. “Fue en París donde pude confirmar que usted tenía el problema de la drogadicción”, escribió, refiriéndose a un episodio ocurrido en 2023, cuando Petro desapareció durante dos días durante una visita oficial a Francia. “Su recuperación lastimosamente no ha tenido lugar.”

Petro desestimó las acusaciones, afirmando que esos días en París los pasó con su familia visitando sitios culturales. Ironizó en redes: “Somos adictos al amor”, y luego calificó a Leyva de “serpiente”. Aunque no es la primera vez que enfrenta acusaciones de este tipo, esta vez viene de un exaliado cercano que lo representó diplomáticamente por casi dos años.

Las anécdotas sobre el comportamiento errático de Petro abundan: como la vez que hizo esperar siete horas a su comitiva en un aeropuerto militar antes de volar a Chile (apareció pasadas las 2 de la mañana); o la vez que despotricó de madrugada en redes contra el presidente Donald Trump. Más recientemente, se ausentó del funeral del papa Francisco, a quien llamaba “mi hermano”, alegando recomendaciones médicas (algunos informes dicen que fue por una cirugía estética).

Sí, la historia ha visto grandes líderes con hábitos excéntricos, desde Winston Churchill hasta Nelson Mandela y Mahatma Gandhi. Elon Musk, la persona más rica del mundo, dirige Tesla, lanza cohetes y trabaja en el Gobierno pese a haber admitido consumir ketamina.

Pero el verdadero problema de Petro no es su vida privada: es su pobre desempeño como gobernante. Sus ideas anticuadas, sus políticas incoherentes, los escándalos de corrupción y su estilo errático han puesto a Colombia por un camino peligroso de confrontación política e inestabilidad financiera. Un ejemplo: su caótica transmisión en vivo de una reunión de gabinete este año —un fallido intento de transparencia— se convirtió en un espectáculo de ministros discutiendo como colegiales ante un presidente sin control.

Con un índice de desaprobación cercano a 60 por ciento, sin logros contundentes y sin opción de reelección, el primer presidente de izquierda de Colombia se acerca peligrosamente al “ocaso del poder”.

La última etapa de su mandato promete ser aún más volátil y, potencialmente, peligrosa. Su impulso por un referéndum sobre temas populistas, con preguntas como “¿está de acuerdo con que las personas que trabajan los domingos o festivos cobren el doble?” es un cínico intento de eludir al Congreso y reactivar su base. Pero gobernar sin mayoría exige habilidades de negociación que Petro no ha demostrado tener.

La expansión del narcotráfico y el resurgimiento guerrillero confirman el fracaso de su “paz total”, que ha provocado nuevas tensiones en las relaciones con EU. Y del “gobierno del cambio” que prometió, no queda mucho. Eso requeriría una estrategia bien pensada y una ejecución precisa. Y sus constantes alusiones a una reelección —aunque no sea posible— parecen más un truco político que una amenaza real.

En lo económico, la situación se oscurece. El déficit fiscal alcanzó 6.7 por ciento del PIB en 2024, peor de lo esperado; y el Fondo Monetario Internacional suspendió el acceso del país a una línea de crédito de 8 mil 100 millones de dólares.

Aunque Colombia disfruta de crecimiento decente y menor inflación, los desequilibrios presupuestarios elevan la deuda pública, lo que hace más posible una rebaja de la calificación crediticia. Los precios bajos del petróleo y el carbón, junto con nuevos aranceles de EU al café, colocan a Colombia entre los perdedores de la nueva guerra comercial. Y la sorpresiva baja de tasas del Banco de la República esta semana, justo tras los ataques de Petro al ente emisor y la decisión del FMI, es una jugada arriesgada que añade incertidumbre.

Muchos inversionistas están apostando a un cambio de rumbo en las próximas elecciones de mayo de 2026, donde podría ocurrir un giro a la derecha, pero esa fecha aún está lejos. El riesgo fiscal de un gobierno sin incentivos para recortar gasto es real. “Todo el panorama macro y financiero sugiere que la prima de riesgo de Colombia seguirá elevada”, escribieron analistas de Credicorp Capital en una nota.

A veces, da la impresión de que Petro espera con ansias dejar la presidencia, liberarse de las formas institucionales y del “quid pro quo”. Podrá entonces quizás retomar su sueño revolucionario que no pudo cumplir. Pero el costo de su paso por el poder podría ser haber desperdiciado la mejor oportunidad de dejar una huella histórica en Colombia.

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