New York Times Syndicate

Riñones en venta: un viaje de Israel a Costa Rica

A través de intermediarios, la israelí Ophira Dorin pagó más de seis cifras por un viaje todo inluido, incluso el riñón que le fue trasplantado

RAMAT GAN, Israel. Aparte del precio de seis cifras, lo asombroso fue la facilidad con la cual Ophira Dorin pudo comprar un riñón.

Hace dos años, mientras enfrentaba la desalentadora perspectiva de pasar años en diálisis, Dorin se dispuso a encontrar un intermediario de órganos que pudiera ayudarle a eludir la larga lista de espera para trasplantes de Israel. De apenas 36 años de edad, tenía un empleo prometedor en una compañía de software y soñaba con formar una familia.

Durante cinco años, Dorin había manejado su enfermedad renal controlando su dieta, pero había superado gradualmente su resistencia. Incapaz de encontrar un donador compatible entre familiares y amigos, enfrentaba una batalla diaria contra las náuseas, el agotamiento y la depresión.

Un intermediario que comerciara con órganos humanos podría parecer algo difícil de encontrar. Pero la madre de Dorin empezó a hacer investigaciones en el hospital donde trabajaba, y al poco tiempo la familia tenía tres nombres: Avigad Sandler, un exagente de seguros sospechoso desde hace tiempo de ser traficante; Boris Volfman, un joven migrante ucraniano y protegido de Sandler; e Yaacov Dayan, un astuto hombre de negocios con intereses en bienes raíces y mercadotecnia.

Los hombres estaban, según se enteró The New York Times durante una investigación sobre el comercio mundial de órganos, entre los operadores centrales del incontrolable mercado clandestino de riñones de Israel. Durante años, se habían embolsado enormes sumas por organizar trasplantes en el extranjero para pacientes que eran contactados con donadores extranjeros, como demuestran documentos judiciales y gubernamentales.

Los intermediarios sostienen que operan legalmente y no ayudan directamente a los clientes con los órganos. Eludiendo la condena internacional y una vigilancia cada vez más estricta, han trasladado hábilmente sus operaciones por todo el mundo cuando cualquier destino les cierra las puertas.

La Organización Mundial de la Salud estima que la oferta de órganos para trasplante no satisface más que una décima parte de lo que se necesita. Aunque no hay datos confiables, expertos dicen que es muy probable que miles de pacientes reciban trasplantes ilícitos en el extranjero cada año. Casi siempre, los vendedores son personas pobres y mal informadas sobre los riesgos médicos. El enorme mercado incluye a Estados Unidos, donde fiscales federales en Nueva Jersey obtuvieron la primera sentencia para la intermediación ilegal en 2011.

Pero un análisis del Times de importantes casos de tráfico desde 2000 sugiere que los israelíes han desempeñado un papel desproporcionado. Eso es en parte debido a las restricciones religiosas respecto a la muerte y la profanación, que ha mantenido las tasas de donación tan bajas que algunos pacientes sienten que deben recurrir a algún otro lugar.

"Cuando alguien necesita un trasplante de órganos, hará todo lo que esté en su poder", dijo Meir Broder, un asesor legal del Ministerio de Salud de Israel.

Esa desesperación fue evidente en el funcionamiento de la operación de turismo de trasplantes que llevó a Dorin y otros pacientes extranjeros a Costa Rica de 2009 a 2012. A través de más de 100 entrevistas y la revisión de veintenas de documentos, The Times rastreó la red desde los barrios de San José, la polvorienta capital de Costa Rica, hasta las torres de cristal de Ramat Gan, un bullicioso distrito comercial cerca de Tel Aviv.

El gobierno costarricense no está seguro de cuántos extranjeros recibieron supuestos trasplantes ahí. Pero The Times identificó a 11 pacientes –seis israelís, tres griegos y dos residentes de Estados Unidos– que viajaron a San José para trasplantes usando riñones obtenidos de residentes locales. Otros dos israelíes que fueron localizados llevaron a los donadores desde Israel con ellos para los procedimientos que muy probablemente no habrían sido aprobados en su propio país.

La red fue creada por una serie de personajes que incluyeron a intermediarios israelíes de altos vuelos, un prominente nefrólogo costarricense e intermediarios que reclutaban donadores desde el asiento del conductor de un taxi y el mostrador de una pizzería. En entrevistas y documentos, cuatro pacientes israelíes o fuentes cercanas a ellos identificaron a Dayan, conocido como Koby, como su conducto hacia Costa Rica.

Las autoridades en Costa Rica han investigado la operación por más de un año. Pero no está claro que la policía en alguno de los países haya vinculado los trasplantes con Dayan u otros intermediarios israelíes. Ninguno de los receptores de órganos contactados por The Times dijo que hubiera sido entrevistado.

El camino de Dorin hacia el mercado de órganos fue enrevesado, y la llevó a múltiples intermediarios que realizaban negocios en lados opuestos del mundo.

La odisea empezó cuando su familia fue enviada con Avigad Sandler, quien explicó que él enviaba a sus clientes a Sri Lanka por 200 mil dólares, dijo Dorin. Sus compañeros de trabajo realizaron una colecta, y sus padres hipotecaron su casa para reunir el resto.

Cuando la madre de Dorin fue a convertir sus shekels a dólares, el cambista le dijo que su tío había recibido un riñón en Sri Lanka por mucho menos. Ofreció organizar una presentación.

El intermediario del tío, Boris Volfman, solicitó 10 mil dólares de anticipo y le dijo a Dorin que tendría que llevar los 140 mil dólares restantes a Sri Lanka. Le sugirió que cambiara los dólares por billetes de 500 euros para que el fajo fuera delgado, dijo.

El momento no resultó oportuno. Al día siguiente, la policía israelí arrestó a Volfman, junto con Sandler y otros, bajo sospechas de tráfico de órganos no relacionados con el caso de Dorin.
El revés no duró mucho. Cuando Dorin mencionó su situación a un cliente, él le dijo que su padre había recibido un trasplante en Turquía cinco años antes.

"¿Por qué no acudiste a mí antes?", le preguntó.

Se organizó una reunión con Dayan, quien explicó que un trasplante en Costa Rica costaría 175 mil dólares, dijo Dorin. Fue cuidadoso en no especificar que el paquete incluiría un riñón. "Pero se sobreentendía", recordó Dorin, "que el pago era por todo, incluido el órgano".

Dijo que parte del dinero fue transferido a un hospital en San José, y que ella entregó un pago al doctor Francisco José Mora Palma, el especialista renal que supervisó su trasplante. Mora luego pagó el equivalente de 18 mil 500 dólares a un hombre desempleado de 37 años de edad por su riñón, según un documento judicial costarricense confidencial.

Apenas horas después de que Dorin llegó a San José en junio de 2012, Mora se reunió con ella y el donador en su hotel. Ahí, dijo, firmaron declaraciones juradas en español, un idioma que ella no leía, jurando que no se intercambiaba dinero.

Dorin dijo que tuvo dudas sobre las garantías de Dayan de que todo era legal, pero no sintió que tuviera muchas opciones.

"Mi situación era crítica", dijo. "No me sentía muy bien, y mi estado estaba empeorando. Aun cuando hubiera sabido que era ilegal, no creo que hubiera actuado diferente. Es importante comprender que estas personas, aunque codiciosas, salvan vidas".

El 18 de junio de 2013, agentes policiales costarricenses arrestaron a Mora, aun vestido con su bata blanca, en un hospital donde trabajaba. Los registros confiscados a Mora llevaron a las autoridades a múltiples vendedores de riñones, y provocó los arrestos en octubre de un cirujano vascular que trasplantaba órganos y de dos urólogos que los extraían.

El escándalo provocó que la Asamblea Legislativa de Costa Rica aprobara una ley en marzo que endurece las restricciones sobre el tráfico, responsabiliza a los médicos de los procedimientos ilícitos y establece un sistema nacional de lista de espera.

En Israel, la Oficina del Procurador del Estado declinó discutir el estatus de un caso de fraude fiscal contra Dayan. No hay cargos formales contra Sandler, Volfman y sus asociados, pero la oficina sigue investigando con la intención de buscar acusaciones judiciales.

"Es evidente para nosotros que estas personas vendieron sus cuerpos por centavos", dijo Meir Arenfeld, un superintendente de policía, al hablar de los donadores.

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