En su homilía ante indígenas tzeltales, tzotziles, cholos, tojolabales, zoques, jacaltecos, kanjobales y lacandones, el papa Francisco pidió ayer perdón por la exclusión que han sufrido y el despojo de sus tierras.
"Muchas veces, de modo sistemático y estructural, sus pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, su cultura y sus tradiciones. Otros, mareados por el poder, el dinero y las leyes del mercado, los han despojado de sus tierras o han realizado acciones que las contaminaban. ¡Qué tristeza! Qué bien nos haría a todos hacer un examen de conciencia y aprender a decir: ¡Perdón, perdón hermanos! El mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita", afirmó.
Durante la misa, que se llevó a cabo en la catedral de San Cristóbal de la Casas, Chiapas, Francisco les recordó que ante el desafío ambiental que vivimos "ustedes tienen mucho que enseñarnos. Sus pueblos, como han reconocido los obispos de América Latina, saben relacionarse armónicamente con la naturaleza, a la que respetan como fuente de alimento, casa común y altar del compartir humano".
Al pronunciar palabras en dialecto tzotzil, un acto que fue el banderazo de salida para que las liturgias se oficien en estas lenguas indígenas, el Papa agregó que los jóvenes de hoy están expuestos a una cultura que intenta suprimir todas las riquezas y características culturales en pos de un mundo homogéneo, por lo que es necesario que no se pierda la sabiduría de los ancianos.
Aseveró: "El mundo de hoy, preso en el pragmatismo, necesita reaprender el valor de la gratuidad".
En su homilía, el Pontífice se refirió a la ley de Dios, esa ley que a través de Moisés entregó al pueblo de Israel y que los ayudaría a vivir en libertad. Esa palabra, esa ley –señaló Francisco–, se volvió símbolo de libertad, de alegría, sabiduría y luz.
El papa Francisco resaltó que "en el corazón del hombre y en la memoria de muchos de nuestros pueblos está inscrito el anhelo de una tierra, de un tiempo donde la desvalorización sea superada por la fraternidad, la injusticia sea vencida por la solidaridad y la violencia sea callada por la paz".
No obstante, advirtió que "de muchas formas y maneras se ha querido silenciar y callar ese anhelo, de muchas maneras han intentado anestesiarnos el alma, de muchas formas han pretendido aletargar y adormecer la vida de nuestros niños y jóvenes con la insinuación de que nada puede cambiar o de que son sueños imposibles".
El Pontífice también se refirió al daño que hemos hecho a la naturaleza y dijo que hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a explotarla.
Resaltó: "La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que gime y sufre dolores de parto".
La primera lectura de la homilía fue leída por una mujer en lengua chol, los salmos en tzotzil y el Evangelio según San Mateo en tzeltzal.