La cumbre entre la Unión Europea y China, que se celebra hoy, arranca con un claro signo de discordia.
Más que una cita diplomática conmemorativa, será una jornada marcada por las tensiones acumuladas en los últimos meses: choques comerciales, disputas tecnológicas, recelos geopolíticos y acusaciones cruzadas de proteccionismo.
Como informó Le Monde, el propio formato de la cumbre refleja el enfriamiento. En vez de recibir a Xi Jinping en suelo europeo, como hubiera sido habitual para conmemorar los 50 años de relaciones diplomáticas, serán Ursula von der Leyen y Charles Michel quienes vuelen a Pekín.
Pero el gesto ha resultado insuficiente: el evento se redujo a un día, sin conclusiones conjuntas previstas, salvo quizás una declaración sobre el cambio climático de cara a la COP30.
El trasfondo es una relación enturbiada. Europa denuncia los subsidios masivos que permiten a las empresas chinas conquistar el mercado comunitario.