El Departamento de Comercio de Estados Unidos formalizó este lunes la terminación del Acuerdo de Suspensión de 2019 sobre tomates frescos provenientes de México, una decisión que reactiva de inmediato un arancel antidumping del 17.09 por ciento sobre la mayoría de las importaciones mexicanas.
Con exportaciones mexicanas proyectadas en 2,570 millones de dólares para 2025, el gravamen generará un sobrecosto anual cercano a los 437 millones de dólares.
Eso equivale a aproximadamente 1.2 millones de dólares extra por día que los importadores —y eventualmente los hogares estadounidenses— deberán asumir para seguir abasteciéndose del jitomate mexicano.
La industria mexicana del jitomate es una de las más robustas del mundo, pues de acuerdo con estimaciones del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA), México es el principal exportador global de tomate rojo, con cerca del 60 por ciento de su producción destinada al mercado internacional, y más del 90 por ciento de sus ventas externas dirigidas exclusivamente a Estados Unidos.
El volumen exportado de todas las variedades de tomate —cultivo a cielo abierto, en invernadero y especialidades— creció 4.4 por ciento entre 2023 y 2024.
En términos de valor, el aumento fue de 179 millones de dólares. Si la tendencia continúa, el país alcanzará para 2025 una cifra récord de 1.91 millones de toneladas métricas exportadas, lo que convertiría al jitomate en uno de los mayores generadores de divisas del sector agroalimentario.
“Dado que dos de cada tres tomates que se consumen en los Estados Unidos son cosechados en México, la medida anunciada hoy lo único que hará es afectar los bolsillos de los consumidores estadounidenses, ya que será imposible sustituir al tomate mexicano”, advirtió la Secretaría de Economía en un posicionamiento oficial.
¿Puede Estados Unidos producir el tomate que ya no quiere importar?
De acuerdo con organizaciones agrícolas, las condiciones climáticas, los costos laborales y la infraestructura agrícola de Estados Unidos no permiten sustituir de manera rápida ni eficiente el flujo de tomates provenientes de México.
La industria estadounidense, concentrada principalmente en Florida y partes de California, no tiene la escala ni la capacidad de producción intensiva que sí ofrecen los estados mexicanos de Sinaloa, Jalisco, Baja California y San Luis Potosí.