Ser un buen dueño no es cosa fácil. Cualquiera tiene la capacidad de poseer, pero no cualquiera sabe ejercer la propiedad adecuadamente. Y es que, no solo se trata de saber hacia dónde vamos y entender qué está sucediendo —en la empresa y/o con el patrimonio—, sino de ponerlo sobre la mesa y de comprometerse profundamente con la causa. Por eso, para ser un buen dueño se necesita:
- Talento: Conocimiento y capacidad para escuchar y evaluar a fondo los argumentos, datos y resultados. Habilidad para analizar de forma integral las consecuencias e implicaciones familiares-empresariales de las decisiones que se toman.
- (Buen) Talante: Voluntad, deseo y gusto de hacer las cosas; de cuidar el patrimonio. Actitud positiva que invita a contribuir (aportar valor e influir), integrar personas, lograr la equidad intergeneracional y desarrollar a otros.
- Tamaños: Carácter, disciplina (trabajo y compromiso) y determinación para lograr ser, hacer, tener y trascender. Sabiduría para ver la realidad y exponerla. Valor para plantear ideas, reconocer aciertos y errores, enfrentar consecuencias y visualizar el futuro.
En mi experiencia, existen varios tipos de dueños:
1.- Dueños Indiferentes: Aquellos a los que les da lo mismo lo que los demás decidan y hagan en la empresa familiar, siempre y cuando, no les falte dinero. Pueden o no asistir a las Asambleas de Accionistas. Les hace tan poca ilusión participar en un Consejo de Administración que ni siquiera se esfuerzan por ser elegibles. Lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos (Martin Luther King).
2.- Dueños Limitados: Aquellos que asisten a las Asambleas de Accionistas y forman parte del Consejo de Administración, pero que, cuando se tratan temas significativos, prefieren mantenerse callados. No discuten, ni cuestionan. Y, aunque “haya cosas que no suenan lógicas”, prefieren no interferir en la toma de decisiones —pudiendo y teniendo el derecho de hacerlo. Tanto peca el que mata a la vaca, como el que le agarra la pata.
3.- Dueños Soberbios: Aquellos que laboran en la empresa y, con tal de demostrar valía y evitar cuestionamientos, no escuchan, omiten pequeños y grandes detalles, se hacen de la vista gorda; y hasta solapan números “creativos”. Normalmente son directivos de alto nivel; coordinan o participan en las Asambleas de Accionistas y están activos en el Consejo de Administración. Algunos oyen con las orejas, algunos con el estómago, algunos con el bolsillo y algunos no oyen en absoluto (Gibrán Khalil Gibrán).
4.- Dueños Péndulo: Asisten a las Asambleas de Accionistas y/o forman parte del Consejo de Administración. En esta categoría hay dos tipos: 1) Los que no están conscientes de cómo les afectará la decisión que se está tomando, pero que se unen con aquellos que “creen” los van a proteger. 2) Los que, sabiendo qué necesita la empresa, pero sin importarles, se unen al mejor postor (mercenarios) y sacan provecho. Los ejércitos mercenarios… son inútiles y peligrosos (Nicolás Maquiavelo).
5.- Dueños Involucrados: Aquellos que, trabajen o no en la empresa y/o participen o no en el Consejo de Administración, solicitan y reciben información del negocio por los canales correctos y asisten a las Asambleas de Accionistas. Estos dueños revisan, previo a las reuniones, las propuestas, datos y cifras, y se preparan continuamente para cuestionar y aportar ideas, analizando las implicaciones que éstas tendrán a nivel familiar-empresarial. Cuando las arañas tejen juntas, pueden atar a un león (Proverbio Etíope).
6.- Dueños Comprometidos: Son los que, trabajen o no en la empresa y/o participen o no en el Consejo de Administración, exhiben un alto sentido de responsabilidad. Se preocupan por capacitarse continuamente, por nutrir su legitimidad (conocimiento, prestigio, reputación) y por desarrollar y practicar actitudes como la humildad, coherencia, diplomacia familiar y gratitud. Asisten a las Asambleas de Accionistas; son conscientes de sus derechos y obligaciones y se interesan por conocer la empresa. En los huevos con jamón, la gallina se involucra y el cerdo se compromete.
En Resumen: Tener propiedad legal (acciones) de una empresa no te convierte, por defecto, en un buen dueño. Ser un buen dueño es un proceso continuo que requiere responsabilidad, visión familiar-empresarial, interés personal, pasión por el bien común, profesionalismo, humildad, coherencia, diplomacia familiar y gratitud, además de mucha prudencia y moderación. ¡Hay que prepararse y desarrollar talento, (buen) talante y tamaños!
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