Las exportaciones continúan consolidándose como el motor silencioso de nuestra economía, sosteniendo empleos, inversión y recaudación.
Los bienes mexicanos manufacturados representaron el año pasado un 89.8% del total de nuestras ventas internacionales y en lo que va del 2025, han superado 91.2% de la exportación total —acumulando más de $439,475 millones de dólares.
Con esto, México se mantuvo en 2024 como una de las 10 principales economías exportadoras del mundo y la primera manufacturera en América Latina. Estos logros no son menores.
Si bien el sector automotriz ha sido emblemático para la economía en México, su crecimiento se ha desacelerado en un 3.7% con respecto al 2024.
Esto no es un retroceso, sino una señal clara: la manufactura exportadora mexicana debe ir más allá del ensamblaje y de depender de un solo segmento para evolucionar hacia cadenas de valor más amplias, diversas y resilientes.
Me parece que el valor de una exportación ya no se mide sólo por lo que se envía, sino por lo que queda en México: proveedores nacionales, logística propia y contenidos mexicanos.
Sin embargo, todas las fricciones que las y los empresarios enfrentan día a día reducen nuestra competitividad global, extienden plazos de entrega y elevan costos: carreteras interiores en condiciones subóptimas y escasa integración ferroviaria, saturación de cruces fronterizos, demoras aduanales… A esto se suman cuellos de botella financieros.
En los últimos meses, he visto cómo los plazos de pago internacionales se han alargado por el entorno global, ralentizando el flujo de capital y frenando la producción.
Muchas PyMEs participan con piezas críticas en la cadena de proveeduría, pero otras quedan fuera por falta de liquidez y escala.
Financiar eficientemente a las PyMEs no es un acto filantrópico, es política industrial en acción. Sin liquidez, no hay proveeduría nacional que crezca ni contenido regional que avance.
Una entidad que está moviendo el engranaje nacional es Nuevo León: ha exportado más de $27 mil millones de dólares en el año, logrando el primer lugar en tres sectores estratégicos: accesorios y aparatos eléctricos, maquinaria y equipo, y productos a base de minerales no metálicos.
Nuevo León no sólo encabeza sectores estratégicos para el país; demuestra que cuando la logística, la industria y el financiamiento convergen, la cadena exportadora se fortalece desde la base.
Considero que el reto es claro. Debemos incentivar contenido nacional para que más manufactura se fabrique en México, modernizando aduanas y cruces fronterizos con trámites ágiles, así como invertir en infraestructura multimodal que conecte parques industriales con puertos y fronteras. Pero sobre todo, tenemos que asegurar financiamiento oportuno para que las PyMEs proveedoras puedan crecer junto con las grandes plantas.
Sin duda, México puede pasar de ser plataforma de producción a ser un verdadero hub exportador global, cuando industria, logística y proveedores locales se articulan.
No se trata solo de exportar más, se trata de exportar mejor. Con más valor agregado, con logística fluida, con cadenas de suministro diseñadas para durar.
México tiene la capacidad instalada, el talento y los tratados para competir. Lo que necesitamos ahora es convertir esa capacidad en estrategia operativa.
Cuando exportamos de forma sólida, crecemos de forma sólida. Exportar hoy es preparar el crecimiento de mañana.




