Cada vez que usted abre la cartera, hay alguien que también estira la mano: el IVA. Es ese invitado silencioso que se cuela en cada compra, en cada servicio, en cada renta o importación. Prácticamente es su sombra fiscal, siempre presente, siempre atento. Por eso, conviene entender bien cómo se comporta. Hoy hablaremos de algo que suena parecido, pero en la práctica son animales distintos: la tasa cero y la exención del IVA.
Hay tres tasas de IVA: 16%, 0% y exento. Matemáticamente, la tasa cero y la exenta parecen hermanas gemelas: ambas dan como resultado un impuesto de cero pesos. Parece lo mismo, pero no es igual. Es como decir que ir a terapia y echarse un tequila son lo mismo porque ambos ayudan a procesar emociones.
Arranquemos con la tasa cero. En términos simples significa que su empresa no cobra IVA a sus clientes, por lo que el IVA que paga a sus proveedores lo puede solicitar en devolución al SAT. Las exportaciones, medicinas, alimentos no preparados, libros y periódicos (cuando los vende quien los edita) están en esta categoría.
Pongamos un ejemplo: suponga que su empresa comercializa pollo. Lo compra sin IVA (porque es alimento no preparado), pero sí paga IVA en la renta del local, la luz, el gas, el internet, etc. Al vender el pollo a sus clientes, tampoco les cobra IVA. ¿Resultado? Puede pedir al SAT la devolución de todo el IVA que pagó en esos gastos.
Ahora, sigamos con el pollo... pero frito. Imagine que ese pollo llega a un restaurante, se empaniza, se sazona y se vende en plato caliente o vía app de entrega. Ahí ya se considera alimento preparado, y por tanto, el restaurante debe cobrar IVA. Pero ojo: por una parte importante de sus costos (el pollo crudo, la nómina, el seguro social) no paga IVA.
Supongamos que el 30% de sus costos no tienen IVA (el pollo), y a eso le sumamos un 20% de costos laborales, ya vamos en 50% de erogaciones sin IVA. Entonces, mientras el restaurante cobra IVA por el 100% de sus ventas, solo puede acreditar el impuesto que pagó por la mitad de sus costos. ¿Resultado? IVA a pagar casi asegurado. Si su restaurante no está pagando IVA, algo huele raro... y no es el pollo.
Recuerde, el IVA no es un impuesto de la empresa, sino del consumidor final. Su empresa solo lo cobra y lo entrega. Es un intermediario, así que, si cobra más de lo que paga, le debe la diferencia al SAT.
Ahora vamos al otro lado: los exentos. Cuando algo está exento de IVA, quiere decir que el IVA pagado a proveedores no se puede recuperar. Este es el caso de terrenos, casas habitación, servicios médicos y educación con reconocimiento oficial.
Ejemplo: una doctora que cobra consultas de forma personal. Está exenta, así que no puede cobrar IVA. Pero tampoco puede recuperar el IVA que pagó en la renta del consultorio, la alarma, los artículos de limpieza o la computadora. Todo eso se va al gasto.
Y la cosa se complica cuando hay operaciones mixtas. Suponga que una constructora vende casas habitación (exentas) y edificios de oficinas (gravados al 16%). Si compró maquinaria que usa en ambas construcciones, solo podrá acreditar una parte del IVA pagado por la maquinaria, proporcional al uso para actividades gravadas. Esto requiere control fino, no Excel hecho al vapor.
Hasta aquí, podría pensar que basta con pasarle esta columna al contador y decirle: “revísate esto”. Pero no tan rápido. Hoy en día, el SAT precarga los datos del IVA en las declaraciones mensuales con base en los CFDI emitidos y recibidos. Si una factura tiene mal la tasa, todo se descompone.
¿La complicación? En muchas empresas, las personas que emiten o reciben facturas no están en el área contable ni fiscal. Puede ser alguien de ventas, compras o hasta sistemas. Y si esas áreas no conocen las diferencias entre tasa cero y exento, la bola de nieve crece sin que nadie se dé cuenta... hasta que el área contable o el SAT lo detecta y quizás en ese momento ya es muy tarde para solucionar el problema sin ningún daño colateral
Así que, estimado lector, no se quede con que “da lo mismo” porque el resultado es cero. En temas fiscales, el diablo está en los detalles... y el SAT también.
Historias de impuestos bien contadas
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