Primero fue un trascendido: Amazon eliminaría miles de empleos para sustituirlos con tecnología de inteligencia artificial. Después se confirmó oficialmente. Finalmente, la compañía recortará 14,000 empleos corporativos en 2025, como parte de una amplia adopción de IA. Algunos reportes extraoficiales sugieren que la cifra podría alcanzar 30,000 personas.
La justificación de su CEO, Andy Jassy —quien percibe un salario base de alrededor de 1.3 millones de dólares anuales— no fue distinta de las que históricamente han acompañado la incorporación de nuevas tecnologías en cualquier empresa: “Necesitamos operar de forma más eficiente para lograr la visión de la compañía y funcionar como la startup más grande del mundo”.
Obviamente, también hubo palabras diseñadas para endulzar el oído de los inversionistas: agilidad, adaptación, transformación del negocio, etcétera.
Más allá del hecho de que la IA ya comenzó a arrasar con miles de empleos —a pesar de las negaciones de muchos escépticos, quizá más por miedo que por conocimiento o convencimiento—, el periódico The Wall Street Journal (30 de octubre de 2025) resumió de manera lacónica el mensaje que las empresas están enviando a sus empleados: “No los necesitamos”.
También es significativa, aunque para nada novedosa, la forma en que compañías como Amazon están despidiendo a su personal. En la misma nota del WSJ se menciona que un empleado de Whole Foods Market, propiedad de Amazon, despertó a las 5:30 a.m. para encontrar en su celular un correo que decía: “Revisar lo antes posible y no asistir hoy al trabajo”.
Resulta paradójico que Whole Foods Market, empresa que fue uno de los principales catalizadores del concepto de negocios conscientes a través de su cofundador John Mackey, junto con Raj Sisodia —coautor de Capitalismo Consciente—, despida a sus colaboradores de una forma tan fría e impersonal. (Declaración de interés: soy profesor universitario de la materia Capitalismo Consciente).
Más allá de la ironía, es un hecho que la IA ya empezó a apoderarse de los empleos en múltiples organizaciones. Y no solo está reemplazando personas: está ocurriendo lo previsible, la productividad laboral está aumentando.
Si bien aún se trata de una hipótesis —pues los especialistas debaten si la productividad puede crecer sin aumentos proporcionales en el empleo—, Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, ya advierte un riesgo latente: “La IA impulsa la productividad, pero obstaculiza la creación de empleos”, con un número neto de nuevos puestos “muy cercano a cero” tras los ajustes de datos.
De todo esto surge una pregunta económica, casi filosófica: Si la productividad se incrementa mientras los empleos desaparecen, ¿con qué dinero se supone que las personas comprarán los productos de estas empresas hiperágiles, hiperflexibles y superproductivas?
Ya exploramos este dilema meses atrás, cuando hablamos del “China Shock” (El otro shock, 6 de mayo de 2025). En aquel momento señalé que la apertura comercial a productos chinos provocó la pérdida de millones de empleos manufactureros en Estados Unidos, especialmente en sectores intensivos en mano de obra, como el textil y el mobiliario.
Regiones enteras quedaron devastadas: fábricas cerradas, comunidades sin alternativas productivas, trabajadores incapaces de reubicarse o capacitarse, y empleos nuevos que surgieron lejos de donde más se necesitaban. El resultado fue una caída abrupta en las tasas de empleo masculino, el deterioro del tejido social y el aumento de adicciones, enfermedades mentales y muertes prematuras.
Henry Ford lo entendió en 1914, cuando decidió duplicar el salario de sus obreros a cinco dólares diarios —no por altruismo, sino por estrategia—: comprendió que un trabajador bien pagado era también un consumidor potencial. Si sus empleados podían comprar los mismos automóviles que producían, el círculo se cerraba: la productividad se disparaba, el consumo interno crecía y el modelo industrial se consolidaba.
¿Por qué entonces empresas como Amazon —y tantas otras que hoy transitan hacia la automatización— no lo entienden?
El desenlace previsible no es una hipótesis. Chipotle Mexican Grill sufrió un desplome en sus acciones después de que su CEO reconociera que su segmento principal —jóvenes de entre 25 y 35 años y hogares con ingresos menores a 100 mil dólares anuales, que representan cerca del 40 % de sus ventas— ha reducido sus visitas por falta de empleo estable y crecimiento salarial estancado.
Quizá sin darnos cuenta (o probablemente sí, pero sin interés social mientras reditúe un beneficio empresarial o salarial para unos pocos), estamos llevando al capitalismo, a la economía y al propio bienestar de las personas a una espiral descendente hacia una zona oscura que aún no conocemos. Ya iremos viendo.
El autor es Doctor en Filosofía, fundador de Human Leader, Socio-Director de Think Talent, y Profesor de Cátedra del ITESM.
Contacto: rogelio.segovia@thinktalent.mx