Los conflictos entre Irán e Israel, así como entre Rusia y Ucrania, están enviando ondas de choque a través de la economía global, y México no está exento de sus repercusiones. Desde la volatilidad en los precios del petróleo hasta interrupciones en las cadenas de suministro y presiones inflacionarias, las empresas mexicanas enfrentan un entorno desafiante que exige respuestas rápidas y estratégicas.
A medida que los enfrentamientos en el Golfo Pérsico y Europa del Este alteran los mercados energéticos y de materias primas, los empresarios del país tienen a su disposición un abanico de opciones prácticas para mitigar los impactos y aprovechar oportunidades emergentes.
La economía mexicana siente los efectos de estos conflictos de múltiples formas. La inestabilidad en Irán e Israel, junto con las sanciones a Rusia, ha disparado la incertidumbre en los precios de la energía, que si bien puede beneficiar a México como exportador de petróleo, también puede elevar los costos internos para las industrias y los hogares.
Los ataques israelíes han afectado instalaciones nucleares y militares en Irán, lo que ha dañado infraestructuras críticas. Esto ha interrumpido la producción y el transporte de bienes esenciales, afectando tanto la economía interna como las exportaciones. Las aerolíneas han suspendido vuelos sobre Irán, lo que ha complicado el transporte aéreo de mercancías y ha encarecido los costos logísticos.
Además, existe el riesgo de que Irán bloquee el Estrecho de Ormuz como represalia, una ruta clave por la que pasa cerca del 30 % del suministro global de petróleo, lo que tendría un impacto devastador en el comercio mundial de energía, considerando que al inicio de este conflicto subió 78 dólares americanos por barril, fácilmente podría llegar hasta 120, lo cual sería devastador para la economía mundial.
La guerra en Ucrania, por su parte, ha encarecido la importación de granos, alimentando una inflación que ya erosiona el poder adquisitivo con un 15 % al cierre de abril de este año.
Las cadenas de suministro globales, esenciales para sectores como el automotriz, se ven afectadas por la escasez de materiales como el acero o el paladio, mientras que el encarecimiento del transporte marítimo y la devaluación del peso añaden presión a las finanzas empresariales.
También debemos considerar que su infraestructura agrícola está seriamente dañada, sus puertos marítimos no son los más seguros actualmente, y la pérdida de su mano de obra, han mermado altamente en su capacidad de respuesta empresarial y lo cual generan aumento en los costos de transportación y logística, escasez de compomentes críticos para cualquier industria y, por increíble que parezca, contribuyen así a la inflación global.
Para las pequeñas y medianas empresas (PyMEs), los márgenes se reducen y las sanciones internacionales complican aún más el cumplimiento comercial.
Sin embargo, los empresarios mexicanos no debemos quedarnos con los brazos cruzados.
Diversificar las cadenas de suministro es un primer paso clave: buscar proveedores en América Latina, como Brasil o Chile, o fortalecer relaciones con productores locales puede reducir la dependencia de regiones en conflicto, seguido, como segundo paso, el explorar nuevos mercados dirigiendo nuestras exportaciones a países de Asia-Pacífico o bien aprovechar el T-MEC para consolidar ventas en Estados Unidos y Canadá nos ofrece alternativas frente a la debilidad de Europa.
Como tercer paso clave, podemos protegernos contra riesgos financieros mediante instrumentos de cobertura, derivados o negociaciones en pesos mexicanos, ayuda a estabilizar las operaciones, mientras que invertir en tecnología —como software de inventarios o automatización— optimiza costos y anticipa disrupciones.
Otras estrategias incluyen renegociar contratos con cláusulas flexibles para adaptarse a imprevistos, aumentar reservas de efectivo para enfrentar turbulencias y colaborar con empresas locales para compartir costos logísticos.
Diversificar productos hacia ofertas más económicas o sostenibles, optimizar la gestión de riesgos con seguros específicos y aprovechar apoyos gubernamentales, como los créditos de Bancomext, son medidas adicionales que pueden implementarse rápidamente.
Mejorar la eficiencia energética con soluciones como los paneles solares, explorar el comercio electrónico a través de plataformas como Mercado Libre y capacitar al personal en resiliencia operativa fortalecen aún más la capacidad de respuesta. Fortalecer redes locales mediante cámaras empresariales, reducir la dependencia de importaciones con sustitutos nacionales, ajustar precios estratégicamente y monitorear a la competencia completan un conjunto robusto de acciones a corto plazo.
En un mundo marcado por la incertidumbre, los empresarios mexicanos que se diversifiquen asertivamente y adopten estas estrategias no solo podrán capear el temporal, sino también posicionarse como líderes resilientes.
La clave está en actuar con rapidez y visión, convirtiendo los desafíos globales en oportunidades locales.
Carpe Diem,
El autor es profesor adjunto para la Escuela de Negocios de la Universidad de Monterrey, Socio-Director de CITRILABS.