Aunque las recientes lluvias han mejorado el nivel de las presas en el Estado, en general, las entidades del norte del país como Sonora, Coahuila, Chihuahua y Nuevo León enfrentan escenarios críticos.
Paradójicamente, la falta de lluvias es sólo una de las causas de esta situación: la falta de infraestructura hídrica, procesos y prácticas sostenibles nos impide gestionar de manera adecuada el vital líquido.
Las lluvias de este año dieron un respiro, pero no resuelven el fondo del problema. El déficit hídrico persiste y la infraestructura hidráulica está rebasada.
En Chihuahua, seis años de sequía dejaron las presas entre 35% y 40% de su capacidad. Coahuila va por el mismo camino. Nuevo León, aunque recuperó algo de volumen, sigue debiendo más de 31 millones de metros cúbicos. La agricultura y la industria lo resienten.
Uno de cada diez mexicanos carece de acceso a agua potable, uno de cada tres no tiene saneamiento y solo el 30% de las aguas residuales del país se tratan, de acuerdo con especialistas como Tamara Luengo, que participaron en el foro “Revolución Hídrica”, organizado por Rotoplas, a cargo de Juan Pablo Rodríguez desde la división RSA. La escasez, por tanto, no es resultado de la falta de lluvia, sino del manejo ineficiente y de la débil infraestructura hidráulica que sostiene al país.
La solución, plantearon los expertos, pasa por un cambio de enfoque. Alejandro Sturniolo, de Aqua Positive, explicó el concepto Water Positive, bajo el cual las empresas pueden devolver más agua de la que consumen mediante el reúso, la captación pluvial o la desalación, como lo hacen las embotelladoras del Sistema Coca-Cola en México, por ejemplo.
La visión de Sturniolo redefine la relación entre la industria y el recurso, al convertir el ahorro de agua en una oportunidad económica y ambiental.
Seguir reaccionando con parches es condenarnos a repetir el ciclo. México necesita una política hídrica integral, basada en eficiencia, innovación y colaboración. Entenderlo no es opcional: es cuestión de supervivencia.
Un estadio que sí proyecta
El Estadio BBVA, sede del Mundial 2026, es ejemplo de lo que sí se puede hacer bien: visión empresarial, tecnología, sustentabilidad y orgullo local. Con certificación LEED Oro y una vista al Cerro de la Silla, el recinto no solo alberga fútbol, sino una narrativa de identidad y trabajo. Ojalá esa misma energía se aplicara a los temas que realmente nos están secando.