Monterrey

Rogelio Segovia: Matrix

Después de que Neo decide tomar la píldora roja para conocer la verdad sobre el mundo real y escapar de la ilusión de Matrix —en lugar de tomar la azul, que le permitiría olvidar y volver a su vida normal—, despierta en el mundo real, siendo expulsado de manera forzosa de la cámara llena de líquido en la que estaba conectado en estado inconsciente.

En esa cápsula translúcida, su cuerpo estaba cubierto de cables y conectado a tubos que lo alimentaban y drenaban, sumergido en un bio-gel con propiedades similares al líquido amniótico, que oxigena y nutre su cuerpo mientras permanece allí.

El lugar donde se encontraba la cápsula de Neo, al igual que la de todos los humanos que vivían en la Matrix, era una inmensa granja o vivero de cuerpos humanos, donde las máquinas mantenían a las personas en estado de hibernación para usar su energía —bioelectricidad— como fuente de poder. En pocas palabras, como si fueran pilas destinadas a alimentar los sistemas de las máquinas.

Obviamente, esto es ficción. Incluso el astrofísico, escritor y divulgador científico estadounidense Neil deGrasse Tyson comentó recientemente, en el pódcast The Diary of a CEO, que Matrix es su película de ciencia ficción favorita, aunque esconde un fallo fundamental en su argumento.

Tyson criticó la premisa de The Matrix, señalando que usar a los humanos como fuente de energía es científicamente absurdo: “La computadora de IA que ejecuta todo necesita una fuente de energía. Entonces están cultivando humanos en estas cápsulas, cada una irradiando alrededor de 80 vatios.” Según el astrofísico, el cuerpo humano consume más energía de la que podría generar, por lo que mantener a millones de personas conectadas sería ineficiente y físicamente imposible.

Aun así, DeGrasse Tyson aseguró que la cinta sigue siendo una de sus favoritas y que le daría a los hermanos Wachowski un “pase libre”, admitiendo que, sin ese error, la ya clásica película de 1999 no existiría.

Más allá de todo esto, Matrix —que también es una de mis películas favoritas— refleja cómo se utiliza a los seres humanos desde una perspectiva instrumental y productiva. Instrumentalista, porque muestra cómo las máquinas ven a los humanos como simples herramientas funcionales; y productivista, porque el valor del ser humano depende de su capacidad de producir.

Quienes suelen acompañarme de manera regular en este espacio probablemente ya intuyen hacia dónde va mi reflexión.

Durante los últimos 130 años, el mundo del trabajo se ha regido bajo los principios de la teoría científica del trabajo, desarrollada por Frederick Taylor a finales del siglo XIX y principios del XX.

Taylor, ingeniero estadounidense, propuso lo que se conoce como administración científica: un enfoque que buscaba aumentar la eficiencia laboral mediante el estudio sistemático de los procesos para determinar la forma más rápida y efectiva de realizarlos.

Tiempo después, Elton Mayo, profesor de la Universidad de Harvard, desarrolló entre 1924 y 1932 su famoso experimento Hawthorne, con el cual comprobó que los factores sociales y emocionales influyen más en el desempeño que las condiciones materiales o los incentivos económicos.

En contraste con el enfoque mecanicista de Taylor, Mayo humanizó la administración al resaltar la importancia del factor humano, sentando las bases de la psicología organizacional y de la gestión moderna de personas.

Desde entonces, la gestión de las personas se ha movido —unas veces más, otras menos— entre enfoques productivistas e instrumentalistas, y enfoques más humanistas y orientados al bienestar.

¿Dónde estamos hoy? Difícil determinarlo. Personalmente, me inclino a pensar que, dado el entorno social, político y económico que prevalece actualmente en el mundo, nos encontramos en un enfoque eminentemente productivista e instrumentalista, aunque intentemos adornarlo con un halo de bienestar y seguridad psicológica.

Basta ver los indicadores de satisfacción y estrés de las personas: están en uno de sus momentos más oscuros. Basta observar la exigencia de productividad y de ganancias económicas que enfrentan prácticamente todas las organizaciones, con niveles de presión cada vez más altos. Finalmente, basta notar la cancelación sistemática y general de programas de diversidad, inclusión y bienestar en muchas empresas.

Tan solo la semana pasada me contaban de una organización regiomontana que decidió hacer un importante recorte de personal. No es la única. Hace unos meses ya habíamos conversado sobre otro recorte relevante en otra empresa de la región.

Y aunque se puede argumentar que esas decisiones se toman en beneficio de la mayoría —de los que se quedan—, el detalle fino de cómo se ejecuta con quienes se van, es decir, individualizando a cada una de las personas que formaban parte de la organización, a veces hace pensar que estos recortes se hacen al estilo de Matrix: las personas sirven mientras sirven como pilas para alimentar al sistema. Y cuando no… simplemente, ya no.

El autor es Doctor en Filosofía, fundador de Human Leader, Socio-Director de Think Talent, y Profesor de Cátedra del ITESM.

Contacto: rogelio.segovia@thinktalent.mx

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