La inteligencia artificial (IA) está revolucionando la economía digital, pero también está planteando un reto monumental que apenas empieza a discutirse: la electricidad necesaria para sostenerla.
Los centros de datos dedicados a IA no son simples servidores conectados a la red.
Representan una nueva categoría de carga eléctrica: potencias crecientes, altísima sensibilidad a variaciones de voltaje y, paradójicamente, la capacidad de generar las mismas perturbaciones que necesitan evitar.
Cada semana llegan noticias sobre nuevos proyectos. En Querétaro, por ejemplo, la empresa CloudHQ construirá seis centros de datos con una carga crítica cercana a 900 megawatts, equivalente al consumo de toda una ciudad mediana mexicana.
En Estados Unidos, los centros de datos ya consumen 4 % de la electricidad nacional, y se estima que podrían llegar al 12 % en 2028, según The New York Times.
El problema no es solo cuánta energía demandan, sino cómo la demandan. La densidad de potencia por metro cuadrado se ha multiplicado: cada rack de servidores puede requerir hasta 50 kW, y el consumo total crece de forma no lineal conforme aumenta la complejidad de los modelos de IA.
A ello se suma que los centros de datos requieren una calidad de energía impecable: sin interrupciones, sin flicker, sin armónicas.
Una variación de tensión de milisegundos puede significar pérdida de datos o daños a equipos críticos. Pero al mismo tiempo, los propios sistemas electrónicos —UPS, variadores, fuentes conmutadas y enfriamiento— generan distorsiones que viajan de regreso a la red.
Una red que deberá volverse más inteligente
El auge de la IA está empujando a los sistemas eléctricos a operar en un territorio inexplorado. Las utilities enfrentan tres grandes desafíos:
- Capacidad instalada. Los nuevos proyectos requieren subestaciones y líneas dedicadas, y no siempre hay infraestructura disponible para conectar una carga de cientos de megavatios.
- Estabilidad dinámica. Los algoritmos de IA pueden cambiar drásticamente la potencia demandada en segundos, generando fluctuaciones que deben corregirse casi instantáneamente.
- Calidad de potencia. Miles de convertidores electrónicos trabajando en paralelo producen armónicas y resonancias que deterioran la tensión si no se mitigan localmente.
Este último punto suele pasarse por alto. En México, como en otros países, las normas eléctricas y los permisos de interconexión aún no contemplan plenamente el efecto combinado de estas cargas no lineales. Pero lo harán pronto: la IA no esperará a que la regulación se ponga al día.
Lo que hace años parecía una escena de Misión Imposible —búnkers refrigerados con servidores que procesan millones de cálculos por segundo— hoy es realidad. Y la magnitud de su consumo eléctrico apenas comienza a sentirse.
Cada nuevo centro de datos obliga a las redes a repensar su diseño, sus márgenes de reserva y su flexibilidad operativa.
Algunos países ya consideran que los operadores de IA construyan sus propias plantas eléctricas o participen en programas de “demanda flexible” para reducir carga en horas pico.
Frente a este escenario, la electrónica de potencia será clave. Requerimos tecnología para estabilizar la inteligencia. Equipos como los STATCOMs (Static Synchronous Compensators) permiten mantener la tensión estable, filtrar armónicas y compensar potencia reactiva en tiempo real.
A diferencia de los sistemas tradicionales, un STATCOM responde en milisegundos a las variaciones, ayudando a estabilizar tanto la red como al propio centro de datos.
En sus versiones híbridas —que combina convertidores electrónicos con super capacitores y baterías— ofrecen la solución ideal para mitigar disturbios y garantizar operación continua.
En Diram, hemos desarrollado STATCOMs híbridos precisamente para este tipo de entornos: instalaciones críticas donde la continuidad y la limpieza eléctrica son esenciales. Su aplicación no solo mejora la confiabilidad, sino que reduce pérdidas, penalizaciones y riesgos de paro.
Aún no sabemos hasta dónde llegará la IA, pero sí sabemos que requerirá redes más fuertes, más limpias y más inteligentes. No bastará con generar más kilowatts; necesitaremos kilowatts de mejor calidad.
La IA está empujando a la humanidad a repensar su relación con la energía. Porque sin estabilidad eléctrica, no hay nube que sostenga la inteligencia.
El futuro de la IA no depende solo del silicio. Depende, también, de cómo lo alimentemos eléctricamente.
El autor es Fundador y Presidente de Diram, empresa regiomontana líder en soluciones para la calidad de la energía eléctrica en el sector industrial.