Monterrey

Angel Maass: México: luces encendidas, pero cinturón abrochado

Entre el 11 y el 24 de octubre de 2025, la economía mexicana nos recordó que, aunque la función continúa, nadie nos prometió que fuera comedia romántica. Es más bien un drama económico con respiros inesperados y giros que obligan a revisar el guion cada día.

Arranquemos por lo que sí da para sonreír: la inflación desaceleró a 3.63 % anual en la primera quincena de octubre.

El INEGI confirmó que al fin regresamos al club del 3%, con lo que el consumidor mexicano respira un poco y Banco de México puede al menos discutir recortes de tasas sin sudar frío —eso sí, cuidando de que el monstruo inflacionario no regrese a la fiesta sin invitación.

Pero no nos emocionemos demasiado: una encuesta de Reuters entre especialistas apunta que el crecimiento económico para 2026 se perfila lento y mesurado. Es como correr un maratón sin desayuno; se avanza, sí, pero nadie espera récord olímpico. Los riesgos globales, desde el comercio hasta el apetito financiero, siguen condicionando la velocidad.

En ese sentido, las minutas de octubre de Banxico muestran un mensaje claro: hay disposición a bajar tasas, pero sin desarmar la defensa. Podríamos llamarlo un “optimismo con cinturón de seguridad”.

El banco central quiere apoyar la economía, pero no hipotecar su credibilidad que ha sostenido a México a través de tempestades inflacionarias recientes.

A nivel internacional, el FMI publicó su actualización de perspectivas económicas: el mundo avanza, pero cojeando. Menor crecimiento, deudas en ascenso y cadenas de suministro que aún no se perdonan los traumas recientes.

Para México, eso significa que nuestras exportaciones y el “nearshoring” tendrán que remar con mayor fuerza en aguas que no están tan tranquilas como hace un año.

La industria manufacturera nacional, esa que debería beneficiarse del reacomodo mundial, muestra señales de estancamiento y caídas en algunas ramas. ¿Resultado? Menos empleo industrial y mayor presión para innovar si no queremos quedarnos como la fábrica que produce lo mismo.

Donde el escenario se complica aún más es en el sector energético. Pemex aprobó un aumento salarial del 4.5 % con el sindicato petrolero: excelente para los trabajadores, pero otro golpe al ya agotado balance financiero de la petrolera.

Pero no todo son malas noticias: la digitalización financiera vive su mejor momento. Revolut obtuvo autorización para operar como banco en México, lo que promete más competencia, productos más modernos y —ojalá— comisiones que no nos hagan llorar al final del mes.

Y mientras unos innovan, otros se reestructuran: movimientos corporativos recientes en sectores como logística y aviación sugieren que el tablero empresarial se está acomodando a un nuevo ciclo económico. Las piezas se mueven porque la partida continúa.

México está estable, pero atento al radar. Celebramos una inflación controlada, pero el crecimiento está lejos de ser una fiesta. Los riesgos energéticos son una carga real y las industrias necesitan mayor impulso si queremos aprovechar el “nearshoring” más allá del discurso.

El reto del país es claro: consolidar un crecimiento que no dependa solo de suerte externa, sino de productividad, seguridad energética y reglas fuertes. Si afinamos esas piezas, quizá podamos dejar de vivir semana a semana como si fuera final de temporada.

Esta es una columna de opinión. Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad únicamente de quien la firma y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.

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