Si eres contador, notario, agente inmobiliario, dueño de un despacho o hasta rentas oficinas, seguramente ya escuchaste algo de la reforma a la LFPIORPI. Quizá te sonó lejana, técnica o incluso pensaste: “Eso es para bancos, no para mí”. La realidad es otra: hoy el universo de sujetos obligados supera los 107 mil en México, y muchos más se sumarán en los próximos meses, muchos de ellos aquí en Nuevo León.
La novedad más importante tiene nombre y apellido: Enfoque Basado en Riesgos (EBR).
¿Qué es el EBR en palabras simples?
Imagina que entras a un bosque sin mapa. No sabes dónde hay ríos, barrancos o animales peligrosos. Eso es operar sin un EBR.
El EBR es justo lo contrario: un mapa de riesgos de tu negocio. Te dice qué clientes, qué operaciones o qué zonas pueden ponerte en riesgo de ser utilizados para lavar dinero. Con ese mapa en mano, puedes decidir cómo moverte:
● ¿A quién le pido más papeles?
● ¿Qué operaciones reviso con lupa?
● ¿En qué clientes confío sin gastar tiempo de más?
Del requisito al valor
Antes, cumplir con la LFPIORPI era dar de alta tu actividad, presentar avisos y guardar expedientes. Hoy la reforma exige ir más allá de la lista de pendientes.
Piénsalo así: no es lo mismo vender una casa de lujo en Cancún a un extranjero con maletín de efectivo, que rentar un local en Puebla a una panadería familiar. Ambos son operaciones legales, pero no tienen el mismo riesgo. El EBR te obliga a tratarlos diferente.
¿Qué pasa si solo pido más papeles?
Muchos me dicen: “Si yo pido más documentos y de todas maneras hago la operación, ¿no ya cumplí?”.
La respuesta es: depende. Cumplir con pedir papeles es solo el principio. El verdadero valor del EBR está en que te permite tomar decisiones conscientes.
Si decides seguir adelante con un cliente de alto riesgo, lo haces sabiendo que, si algo sale mal, podrías enfrentar consecuencias legales, financieras o reputacionales. Es igual que cuando decides abrir una nueva sucursal o invertir en un inmueble: es una decisión de negocio, con riesgos y beneficios.
La diferencia es que, con el EBR, no decides a ciegas. Tienes información clara para asumir o rechazar ese riesgo de manera consciente.
Tres pasos, sin complicarse
La buena noticia es que el EBR se resume en tres pasos:
- Identificar: ¿qué riesgos tengo en mis clientes, productos, zonas o canales?
- Evaluar: ¿qué tan probable es que pase algo y qué tan fuerte me pegaría?
- Mitigar: ¿qué controles aplico para reducir ese riesgo?
Un ejemplo:
● Identifico que recibo muchos pagos en efectivo (riesgo alto).
● Evalúo: es probable que alguien quiera “colar” dinero ilícito.
● Mitigo: pongo un límite, pido comprobantes adicionales y reviso con mayor frecuencia esas operaciones.
El reto cultural
El verdadero reto no es llenar un formato, es cambiar la mentalidad. Dejar de cumplir “porque la ley lo pide” y empezar a cumplir “para proteger mi negocio”.
El EBR no elimina los riesgos, pero los hace visibles. Y eso cambia todo: no es lo mismo chocar de frente con algo que nunca viste, que saber desde antes por dónde viene el golpe.
¿Por dónde empezar?
Aunque todavía faltan las reglas de carácter general, ya puedes dar pasos concretos:
● Revisa la Evaluación Nacional de Riesgos: ahí está el mapa de país.
● Haz tu propio mapa de calor: clientes, productos, zonas y canales.
● Capacita a tu equipo: que todos entiendan que esto no es un trámite más, es blindaje.
Conclusión
La reforma a la LFPIORPI no vino a complicarte la vida, vino a ponerte lentes nuevos. El Enfoque Basado en Riesgos es una herramienta para que tu negocio sea más fuerte, más confiable y más competitivo.
Al final, llevar un EBR no significa vivir sin riesgos, sino decidir con claridad cuáles sí estás dispuesto a asumir. Y esa es la verdadera independencia: no dejar que el riesgo te sorprenda, sino enfrentarlo de frente, con estrategia.
La autora es socia directora de GMC360.