Monterrey

Paulina Aguilar: Industria automotriz mexicana: resiliencia en ligeros, alerta en pesados

Hemos tenido semanas de incertidumbre para el comercio internacional y, particularmente, para la industria automotriz mexicana.

Mientras varios titulares se concentran en los aranceles del gobierno de Trump, los últimos datos de la industria muestran señales encontradas: fortaleza en algunos segmentos y desaceleración en otros.

Este julio marcó un repunte histórico para los vehículos ligeros: exportamos 289,598 de las 309,453 unidades producidas (un incremento de 7.9% en exportación y 2.4% en producción, con respecto al año pasado) —la mejor cifra desde 2017, según el Registro Administrativo de la Industria Automotriz de Vehículos Ligeros (RAIAVL) del INEGI.

Al primer semestre de 2025, la producción aumentó un discreto 0.7% y las exportaciones se redujeron 1.4% con respecto al mismo periodo del 2024. Del total de la producción de lo que va del año, cerca del 23% fueron automóviles y 77% fueron camiones ligeros.

Sin embargo, los vehículos pesados enfrentaron un freno importante en Julio: exportamos 7,867 de las 9,668 unidades producidas (un decremento de 55.1% y 51.6% respectivamente, con respecto al año pasado) según el Registro Administrativo de la Industria Automotriz de Vehículos Pesados (RAIAVP). Al primer semestre de 2025, la producción cayó 26.2 % y las exportaciones descendieron 20.1 % en comparación con el mismo periodo del 2024. Del total de la producción de lo que va del año, 97.7% fueron vehículos pesados para carga.

El repunte en los vehículos ligeros demuestra que la capacidad productiva del país sigue siendo competitiva y atractiva para el mercado global, a pesar de la volatilidad de estas últimas semanas: en lo que va del 2025, hemos exportado 9 de cada 10 vehículos ligeros y 8 de cada 10 vehículos pesados que se produjeron en el país. Pero la caída en los vehículos pesados exhibe la vulnerabilidad de un sector que es estratégico para el transporte de mercancías y la logística nacional.

Creo que este contraste deja en evidencia la necesidad de replantear la estrategia automotriz mexicana.

Por un lado, se debe fortalecer los segmentos donde aún tenemos ventaja (vehículos ligeros, cadenas de proveeduría en electrónica y autopartes).

Por otro, acelerar la transición hacia nuevos nichos: vehículos eléctricos, movilidad sostenible, innovación en autopartes avanzadas. La competencia internacional no espera y el espacio que deje México pudieran ocuparlo otros jugadores.

Los números de julio son alentadores, pero no deben llevarnos a la complacencia. Hoy en día, enfrentamos una desaceleración de la demanda de vehículos en Estados Unidos, al mismo tiempo que los aranceles al acero, aluminio y cobre están presionando a la industria de autopartes —el impacto ya se refleja en las proyecciones de crecimiento del sector: se estima que apenas superará el 10% este año. Esta desaceleración puede traducirse en complicaciones para el empleo, los proveedores y la competitividad logística de todo el país.

Nuevo León, motor industrial del país, vive este contraste de manera particular.

Nuevo León está demostrando su peso estratégico dentro del ecosistema manufacturero, posicionándose como un jugador clave del sector de equipo de transporte, que representó el 30.85% de sus exportaciones totales en el primer trimestre de 2025.

Además, Nuevo León sigue siendo uno de los mayores exportadores manufactureros en México: con ventas internacionales por más de $13,250 millones de dólares en el primer trimestre de 2025.

Me parece que para los estados como Nuevo León, donde la industria automotriz es parte importante de su economía regional, la tarea es doble: aprovechar el nearshoring para consolidar las inversiones (Nuevo León es la segunda entidad federativa con mayor inversión extranjera directa al segundo trimestre de 2025: $2,304 millones USD) y, al mismo tiempo, diseñar una ruta de diversificación que robustezca sus segmentos estratégicos.

La fortaleza de la industria automotriz mexicana está a prueba.

México necesita adaptarse y aprender a anticiparse. Los buenos números en los vehículos ligeros no deben distraernos de la vulnerabilidad en los vehículos pesados.

Considero que el reto es evidente: no basta con mantener las cifras, hay que reconfigurar la industria hacia donde se mueve el mundo —lo que implica atraer inversión en nuevas tecnologías, abrir espacio a la electromovilidad, fortalecer la cadena de proveeduría regional y diversificar mercados.

Si algo muestran los datos de este semestre es que la resiliencia mexicana es real, pero no infinita. Necesitamos convertirla en una estrategia sostenida.

La industria automotriz mexicana tiene la capacidad de liderar esta transformación, pero requiere visión compartida, coordinación público-privada y políticas claras que acompañen la transición. Sólo así pasaremos de resistir las coyunturas a marcar el rumbo del futuro automotriz global: menos frágil, más innovador y con un liderazgo sostenible.

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