¿Cuántos de nosotros hemos sentido desesperación económica? ¿Cuántos hemos esperado esas oportunidades o esos pagos que no llegan? Ha causado mucho impacto el estreno en Netflix de la película La noche siempre llega, que refleja la historia de desesperación de una mujer ante la amenaza de perder su hogar y quedar a la deriva.
La película aborda cómo la protagonista debe luchar a contrarreloj por salvar su casa y cómo esa presión económica implica enredarse en relaciones de violencia.
En México, y particularmente en Nuevo León, el contexto económico y social presenta paralelismos significativos con las problemáticas que enfrenta la protagonista.
En Nuevo León los altos costos de renta e hipoteca han puesto a muchas familias en riesgo de desalojo o hacinamiento.
Datos del INEGI y CONEVAL muestran que más del 18% de los hogares destinan más del 30% de su ingreso únicamente a la vivienda, mientras que los salarios no crecen al mismo ritmo y la estabilidad es inalcanzable.
La película también retrata cómo la presión económica erosiona las relaciones familiares, hay un viejo refrán que dice que, cuando el dinero falta, el amor sale por la ventana; y en Nuevo León el estrés financiero ha sido identificado como detonante de ansiedad y depresión sobre todo en mujeres jefas de familia que soportan cargas laborales y de cuidado simultáneamente.
Las cosas se agravan para aquellas personas que viven en condiciones más críticas, cuando han perdido la capacidad de procurarse el sustento mínimo y se han quedado sin redes de apoyo que les ayuden con lo más básico: alimentación, vestido y hogar.
La última frontera de la precariedad termina en relaciones de violencia, en el subempleo y en la informalidad económica, pero sobre todo en la delincuencia.
Ante la falta de apoyo, la protagonista tiene que recurrir a realizar acciones al margen de la ley.
Aunque nuestro Estado sigue creciendo económicamente con la llegada de inversiones, aún hay municipios que no tienen manera de garantizar la subsistencia y calidad de vida de sus habitantes.
Como sociedad necesitamos crear redes de protección que a veces ni la familia más cercana puede dar. Para que las personas no pierdan la dignidad y no crucen la frontera de la ilegalidad necesitan de una red de apoyo social, necesitan de organizaciones que hagan caridad y no pidan nada a cambio como el Comedor de los Pobres que diariamente da de comer o como Casa Monarca que ofrece refugio a migrantes que no tienen en dónde vivir para que en situaciones sumamente críticas den el pescado y no exijan pescar.
Hay que tener los mejores índices de desarrollo económico, pero también de desarrollo humano, hay que evitar que las mujeres lleguen a estas últimas fronteras de precariedad, hay que invertir en el bien para que no elijan el mal.
La autora es Doctora en Desarrollo Económico por la UPAEP Premio Mujer Tec en Conciliación.