En toda organización, hay un “cuadro chico”: ese grupo cercano que toma decisiones, define el rumbo y carga con la estrategia. No siempre están en la portada ni ocupan todos los reflectores, pero ahí se cuecen las cosas importantes.
Este artículo entra a ese espacio: donde se combina liderazgo, talento, gestión real y dilemas que no aparecen en los manuales. Aquí no hablamos desde la teoría, sino desde la trinchera de quienes hacen que las cosas sucedan.
¿El presupuesto de tu empresa está cumpliendo lo que prometió en enero? ¿O ya es agosto y parece más una carta a los Reyes Magos que un documento serio de planeación? Tal vez ya empezaste a recortar cafés, viajes, vales, primas… y hasta bendiciones, mientras la realidad -en pesos constantes- te grita que no hay margen para ilusiones.
Bienvenido al club. La mitad del año ya se fue. La inflación que no cede, costos laborales que suben, dólares que bailan más que quinceañera y reformas legales que llegan como aguacero sin pronóstico.
El presupuesto es ese amigo que siempre miente un poco. Le ponemos metas, lo vestimos con hojas de Excel bien presentadas, le juramos que lo vamos a respetar. Pero basta con que el SAT nos recuerde que cambió las reglas del juego (otra vez), o que la nómina se infle gracias a la última reforma laboral, para que ese presupuesto se vuelva un poema melancólico.
Para empezar, el aumento al salario mínimo sigue teniendo efectos duraderos en los presupuestos de operación y recursos humanos. Lo que en papel son justas conquistas laborales, en la contabilidad son ajustes finos que a veces se traducen en recortes no presupuestados. Y no es que uno no quiera pagar mejor, pero si los ingresos no suben al mismo ritmo, el Excel entra en pánico.
Y si hablamos de nuestra región, las implicaciones del nearshoring han sido ambivalentes. Por un lado, hay oportunidades de oro para atraer inversión industrial. Por el otro, el alza en la demanda de terrenos, personal calificado, servicios y transporte está disparando costos logísticos y operativos. Lo que era oportunidad, se vuelve presión sobre el presupuesto de expansión.
En Texas, la incertidumbre política -que si Trump sí, que si Trump no-, el endurecimiento de la política migratoria y los conflictos en cadenas de suministro globales están afectando la estabilidad operativa. Empresas que antes tenían todo bajo control, hoy tienen que renegociar, redibujar y rezar.
¿Y qué hay del dólar?
Ay, el dólar. Qué bonito se ve a $17.50 cuando importas maquinaria. Pero si exportas servicios o recibes pagos en USD, el “superpeso” duele como ruptura amorosa. Y su comportamiento es impredecible.
Aquí es donde entra el cuadro chico, ese espacio donde no llegan las cámaras, pero se toman las decisiones que salvan negocios. Hay que actuar desde el análisis fino, ese que no se delega ni se improvisa.
A punto de comenzar con los presupuestos del 2026, es importante reestructurar tus supuestos económicos. Crea un fondo interno de contingencias. Aunque sea modesto, tener una reserva para sorpresas (SAT, IMSS, energía, multas) es más útil que un seguro de lluvia en Monterrey. Integra tecnología para control de gastos. Desde ERPs (Planeación de Recursos Empresariales) hasta apps de viáticos.
El Excel es bueno, pero no hace milagros. Automatiza, integra y capacita. Y capacita a tu equipo financiero en lectura de cambios legales. Hoy, más que nunca, entender una reforma equivale a evitar una multa (o una tragedia presupuestal). México ya no es un país para contadores relajados.
Las reformas a la Ley Federal del Trabajo, la fiscalización electrónica y los criterios de deducibilidad están cambiando más rápido que los precios del aguacate.
“Porque los presupuestos no se equivocan solos... se equivocan en silencio, si el cuadro chico no levanta la voz a tiempo.”
La autora es profesora de la Escuela de Negocios de la UDEM, CEO de Business Goal. Consultora en estrategia y talento del Programa PYMES Competitivas de la Secretaría de Economía de N. L.