Monterrey

Robert G. Papp: México tiene una marca poderosa… si tan solo supiera aprovecharla mejor

México ha luchado durante largo tiempo por encontrar su legítimo lugar en los asuntos internacionales, tanto como potencia regional como, aún más, un actor de relevancia global.

Al igual que Brasil, el eterno “país del futuro”, nunca ha logrado alcanzar plenamente su potencial dentro de la comunidad de naciones.

Sin duda, existen múltiples razones para ello, incluyendo la falta de una visión nacional unificada que defina un rol de liderazgo internacional más amplio, además de problemas de gobernabilidad interna, y una preocupación real por el papel de los cárteles y el crimen organizado en la sociedad mexicana.

Viviendo a la sombra de Estados Unidos y enfrentando desafíos constantes relacionados con narcotráfico, migración, tráfico de armas, lavado de dinero y disputas comerciales que van desde imposiciones arancelarias hasta el comercio de tomates, todos estos factores desvían la atención de las posibles ambiciones globales más amplias.

México, además, no posee —ni necesita desarrollar— capacidades significativas como potencia militar, más allá de lo necesario para cumplir con requisitos básicos de seguridad nacional. Seguramente no invadirá a sus vecinos en un futuro cercano, y su neutralidad puede constituir una de sus mayores fortalezas… entonces, ¿Dónde podría brillar México?

Las personas comunes de todo el mundo ya conocen la respuesta. La ven cada vez que comen comida mexicana, beben tequila o mezcal, celebran los logros artísticos de Frida Kahlo o de los grandes muralistas, escuchan y bailan al ritmo de la música mexicana, admiran las pirámides y la arquitectura colonial, observan imágenes de Pancho Villa y Emiliano Zapata, o sueñan con unas vacaciones en playas que van desde Tulum, Puerto Escondido y hasta Los Cabos. Estos tesoros culturales ofrecen hoy, más que nunca, una alternativa poderosa y atractiva en los mercados mundiales frente a las marcas tradicionales estadounidenses y europeas.

Pero ¿por qué ahora México debe pensar más seriamente en su posicionamiento de marca país? Una simple mirada a las estructuras de poder global que están cambiando drásticamente nos da todas las respuestas. Aquellos países que antes se conocían como el “sur global” —y ahora cada vez más como la “mayoría global”— muestran una creciente frustración ante la injerencia de las grandes potencias en sus asuntos internos.

Muchos están cansados de tener que escuchar narrativas sobre democracia, justicia social y liberalismo económico por parte de países a los que a menudo perciben con historiales cuestionables precisamente en esos temas. Otros están hartos de las amenazas, reales o percibidas, de intervenciones militares o económicas por parte de esas mismas potencias. En este contexto hay una búsqueda de referentes en países neutrales que consideren “suyos”, lo suficientemente grandes como para tener un impacto, pero sin intención de dominarlos y México es precisamente uno de esos países.

Este paradigma se ha vuelto aún más fuerte recientemente, debido a la intromisión europea —y en particular francesa— en África, que ha provocado el resurgimiento de narrativas antiimperialistas y anticoloniales; la angustia global por los acontecimientos en Palestina y Medio Oriente; la erosión de la democracia en Europa; las dudas sobre la respuesta colectiva de Occidente ante la guerra en Ucrania; y la percepción de un creciente nivel de desigualdad económica global. Como ejemplo, el presidente interino Ibrahim Traoré, de Burkina Faso, encarna una narrativa africana emergente que aboga por reducir el dominio económico, político y cultural de Occidente. El rápido ascenso y expansión del grupo BRICS como un modelo alternativo de liderazgo en un mundo multipolar representa un fenómeno aún más amplio a escala global.

Más cerca de casa, también hay factores positivos. Dentro de Estados Unidos, el creciente protagonismo político de la población mexicoamericana constituye un elemento cada vez más relevante en la promoción de la marca México, incluso en medio de importantes disputas bilaterales. Dentro de México, el orgullo por los productos y empresas nacionales puede ser un factor determinante, ya que el sello “hecho en México” representa hoy productos que aspiran a estar a la par de los fabricados en Estados Unidos y Europa.

Considerando todos estos elementos, México podría desempeñar efectivamente un papel más amplio como parte de las demandas por un mayor pluralismo en la política y economía internacionales. Lo más importante, sin embargo, es el “poder blando” que confiere la riqueza y el atractivo casi universal de la cultura mexicana.

En este ámbito es donde México puede convertirse en un “influencer” aún mayor, sin necesidad de involucrarse directamente en los dramas políticos de los conflictos mundiales.

Los productos mexicanos y las empresas que los promueven deberían tener plena confianza en su éxito en un mundo que hoy busca alternativas nuevas y frescas más allá de los conflictos y diferendos políticos internos. A partir de ahí, es un paso natural y fluido hacia una mayor relevancia en el escenario internacional. México, ¡adelante! No tienes nada que temer y todo por ganar.

El autor es Doctor por la Universidad de Columbia, Estados Unidos, consultor, conferencista y experto en política internacional y asuntos globales, exdirector del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales del Tecnológico de Monterrey.

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