Monterrey

Marco Pérez: La recesión económica y el ciudadano común

Por más que el INEGI manipule los datos del crecimiento real del PIB, y se empeñe en buscarle como no, basta con revisar sus propios datos de Inversión, ocupación y empleo, numero de patrones registrados ante el IMSS, así como la evolución de la producción industrial, para constatar que la dinámica de la economía está ya en franca recesión y con perspectivas nada favorables para los siguientes meses.

En una recesión, el tamaño de la economía, medido como el valor de mercado de la producción total de bienes y servicios, (PIB) registra crecimientos reales negativos, aunque esto no significa que todos los sectores económicos y todas las actividades productivas tengan que acusar crecimientos negativos, es decir, aunque el total del valor de la producción decrezca, puede haber sectores o actividades económicas que registren crecimientos positivos.

Es decir, puede haber sectores o actividades que sigan creciendo, por lo que los trabajadores empleados ahí, no tendrían afectación económica alguna, conservarían su derrama salarial y mantendrían sus niveles de consumo, al igual que los trabajadores de sectores o actividades afectados por la recesión, pero que conserven sus empleos, ya que solo los empleados reajustados, enfrentarían una situación de desempleo, con la afectación económica correspondiente.

Los trabajadores desocupados con motivo de la recesión económica, si bien pueden acceder a un retiro parcial en sus cuentas individuales en su Afore, pero a partir del día 46 que estén sin empleo, con la desventaja que les reduce el número de semanas cotizadas y les afecta el monto de su pensión cuando se retiren.

Al estrecharse el mercado laboral de empleos formales registrados ante el IMSS, tiende a crecer más el empleo informal, generalmente asociado a una pérdida de bienestar, al no contar con seguridad social.

Para quien no es asalariado y trabaja por su cuenta, ofreciendo sus servicios, una recesión económica se asocia a menores oportunidades de conseguir ingresos, y se dificulta mantenerlos en los niveles acostumbrados, por lo que será necesario ajustar el gasto conforme la generación de ingresos.

Los empresarios, si se encuentran en sectores o actividades afectados a la baja, verán reducidas sus ventas y sus utilidades, y el efecto negativo de la recesión podría ser compensado reduciendo su niveles de ahorro, para mantener su consumo inalterado, situación que también aplica a toda persona que actualmente genere ahorros, al tener satisfechas sus necesidades de consumo.

Quienes tienen inmuebles y viven de sus rentas, la recesión les afectaría en la medida que sus inquilinos les desocupen y no consigan nuevos renteros, mientras que los aumentos en las rentas pueden ser un poco menores para evitar que desocupen.

Vivir de los ingresos por intereses, aún en un entorno de crecimiento económico, nunca ha sido algo aconsejable, ya que solo el interés real (porcentaje de interés arriba de la inflación) es en realidad un “ingreso” puesto que los intereses inflacionarios se deben reinvertir para mantener el poder adquisitivo del ahorro, por lo que gastarlos, significa comerse su patrimonio.

Por otro lado, en una recesión, donde el ingreso promedio de la población va a la baja, y el consumo tiende a decrecer, esto no sucede con los llamados bienes inferiores, los cuales registran aumentos en su demanda, ya que los consumidores proceden a redistribuir su gasto, reduciendo el consumo de productos con mayor precio, por otros de menor precio, para que les alcance el ingreso.

Por ejemplo, baja el gasto en cortes finos de carne, y se compra más carne molida, se sustituye la mantequilla por la margarina, se compra más papa y más plátano, se reducen o se eliminan las salidas vacacionales, las idas al cine, al teatro y a comer fuera, etcétera.

Y como en todas las cosas, siempre habrá ganadores y perdedores, aunque en este caso en particular, los ganadores serían los menos y los afectados negativamente los más.

Un buen consejo es procurar, en la medida de lo posible, tener un margen de reserva para imprevistos, y evitar sufragar gastos inesperados usando tarjetas de crédito, ya que de no pagar los saldos totales al corte, los intereses a pagar superan en algunas tarjetas el 100% anual, y se aplican a todo el saldo firmado, no solo al saldo insoluto que faltó de pagar, por lo que estos créditos son sumamente caros y onerosos, que solo por excepción se aconseja utilizar.

Marco Pérez

Marco Pérez

Economista especialista en finanzas públicas, Socio Director de Econometría Aplicada SC, Conferencista y Catedrático a nivel doctorado.

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