En América Latina, hablar de riqueza es hablar de empresas familiares. Es referirse a familias empresarias que durante varias generaciones han construido, con visión, trabajo, esfuerzo y disciplina, un patrimonio heredable —desde inmuebles, empresas y activos financieros, hasta valores, buena reputación, cultura emprendedora y apoyo comunitario.
Hoy, estas familias empresarias multi-generacionales enfrentan varios retos económicos, políticos y sociales. No obstante, hay un desafío en particular que es clave para la supervivencia de su dinastía: Estructurar su fortuna y decidir cómo heredarla. Y es que, no sólo se trata de preservar y nutrir la riqueza, sino también de conservar el poder y la influencia en el medio.
Heredar bien no es un don, es un proceso de planificación consciente que conlleva tiempo, reflexión, trabajo y estómago —porque implica tomar decisiones difíciles. La construcción de una dinastía familiar no es casualidad. Y cuando se trata de familias empresarias, el poder y la riqueza van de la mano, aunque no siempre perduran.
Y aunque muchos piensan que en este proceso la sucesión ejecutiva es la clave. La realidad es MUCHO más compleja. Decidir quién quedará al frente de los negocios de la familia es únicamente la punta del iceberg. Cuando se trata de heredar bien, existen otros componentes menos vistosos que dan forma y equilibran. La sucesión patrimonial es uno de ellos.
Actualmente, el mundo está ante la transferencia generacional de patrimonio más grande de la historia. Se estima que en los próximos 20 años, se transferirán más de 85 billones de dólares a nivel global, de los cuales casi el 10% se traspasarán entre cónyuges o hermanos, y un poco más del 90% se transferirán de una generación a otra —de padres a hij@s.
Dadas las tendencias demográficas, México se encuentra en el centro de este suceso, siendo el cuarto país que experimentará una mayor transferencia de riqueza —aproximadamente 4.5 billones de dólares, que equivale a más del doble de lo que produce hoy por hoy la economía: 1.852 mil millones de dólares (2024).
Por encima de México, se prevé que en Estados Unidos se transfieran más de 29 billones de dólares en patrimonio; en Brasil cerca de 9 billones y en China continental más de 5 billones de dólares. La mayor parte de esta riqueza —fortunas establecidas previamente— será heredada a segundas, terceras, cuartas, quintas y sextas generaciones.
Así pues, la generación que creó y/o consolidó el patrimonio familiar se encuentra ahora frente al reto y la responsabilidad de “heredar bien”. De heredar de manera que el patrimonio perdure y se nutra a través de las generaciones; el poder y la influencia se mantengan a lo largo del tiempo; y la familia fortalezca el control empresarial, la visión patrimonial, la unidad familiar y el espíritu emprendedor que la caracterizan. La obtención de un equilibrio óptimo es un arte.
Y es que, aún y cuando las familias empresarias han transferido patrimonio a la siguiente generación durante milenios en función de diversos factores—por ejemplo, el orden de nacimiento, el género, la afinidad, la igualdad o la justicia (dar a cada quien lo que se ha ganado)—, el monto transferido jamás había sido tan grande.
Justamente por ello, debemos reflexionar sobre cómo pasar la estafeta patrimonial. Preguntas difíciles sobran: ¿Podrán mis hij@s manejar el poder y la riqueza heredada? ¿Qué tipo de formación y valores necesitan? ¿Están capacitados para invertir o emprender? ¿Tienen verdaderos asesores de confianza? Y es que, recibir un gran patrimonio también plantea un gran reto.
En breve: La generación al mando tiene la oportunidad no sólo de pasar la estafeta, sino de asegurar el legado y contribuir a forjar una dinastía que perdure y trascienda. No es tarea fácil, así que en mi siguiente columna les compartiré 5 aspectos que las familias empresarias deben considerar durante este proceso... ¡No se la pierdan!
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