Monterrey

Sara Lozano: La política que nos merecemos

En este momento postelectoral, quizá la tarea más urgente no sea mirar hacia arriba, sino mirar alrededor.

Pasan las elecciones y queda el silencio extraño como si lo político se replegara, como si la ciudadanía solo pudiera ejercerse frente a una urna, un acto puntual. Ser y hacer ciudadanía es una práctica constante, una forma de estar en el mundo, de habitarlo con conciencia, con voz, con agencia. La propia política empieza —o debería empezar— mucho antes del voto y continúa mucho después.

En este momento postelectoral, quizá la tarea más urgente no sea mirar hacia arriba, sino mirar alrededor. Volver a preguntarnos cómo estamos viviendo lo público, qué espacios compartimos, en qué condiciones, con qué reglas, con qué cuidados, con qué garantías por parte de las autoridades y funcionarios municipales; quién dirige la asociación de colonos, ¿hay asociación de colonos?

Parques, espacios públicos abandonados. bancas rotas, áreas resecas. Lo que debería ser lugar de encuentro y respiro, se vuelve testimonio del descuido. Y la renuncia de quienes lo habita tal vez porque son incapaces de unificar una voz. Por ojo, esta costumbre del maltrato por parte de las autoridades y de la desunión de vecinos resulta en una baja exigencia.

Antes del 2027 hay tiempo para hacer la política –comunidad– en la colonia y la cuadra, para hacer la lista de condiciones a las candidaturas que llegarán a pedir el voto.

Ahí empieza la despolitización: cuando sentimos que lo común es asunto nuestro, un nuestro amplio, el nuestro de todas las familias que rodean el espacio público o las que padecen el bache, la suspensión de servicios o el tráfico.

La política que nos merecemos no es la que se negocia en lo oscurito ni la que se grita en redes sociales ni la que se tamalea en campañas. Es la que se construye desde abajo, desde el tejido social en los asuntos de la vida cotidiana. La que se ejerce en la calle, en la colonia, en los espacios donde nos encontramos. Y esa política empieza por hacernos cargo: de observar, de preguntar, de exigir.

Ser ciudadanía no es solo portar una credencial. Es implicarse todos, al menos muchos. Es organizarse, dialogar con vecinas y vecinos, unos a enviar oficios, otros a acudir a las reuniones del municipio, y los demás preguntar en qué se usa el presupuesto. Exigir ya no puede ser un acto solitario, debe ser una acción comunitaria.

Los parques, como los mercados, las banquetas o las bibliotecas, son laboratorios de democracia. Nos permiten convivir, ensayar normas, compartir silencios. Cuidarlos no es un gesto estético; es un acto político.

Podemos empezar por algo tal vez difícil: mirarnos sin cinismo ni desconfianza. Recuperar la conversación. Apostar por una política que no se delega, una que se vive todos los días, en las cosas simples y cuyo poder radica en hacerla juntos.

Esa es la política que nos merecemos, la propia, la que día a día construimos.

Sara Lozano

Sara Lozano

Colaboradora en la Escuela de Gobierno y Transformación Pública y profesora en el Tec de Monterrey de Ciudadanía y Democracia. Integrante fundadora de Ellas ABP coordinadora de programas por la prevención de la violencia laboral y económica contra las mujeres.

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