“La reputación del actor se ha visto gravemente dañada, hasta el punto de que parece complicado que vuelva a levantarse.”
De acuerdo con el psicólogo y economista conductual Daniel Kahneman —Premio Nobel de Economía y recientemente fallecido—, los seres humanos tomamos miles de decisiones al día, aunque la mayoría de ellas son inconscientes.
Aunque el número no es del todo exacto, se estima que tomamos más de 35,000 decisiones al día. El 90 % de ellas las hacemos de manera automática; es decir, solo el 10 % de nuestras decisiones son racionales y deliberadas.
Movernos, respirar, comer, incluso manejar, son acciones que realizamos sin pensarlo demasiado. Pero cuando estas decisiones impactan nuestra vida profesional y personal, quizá vale la pena detenernos y reflexionar un poco más sobre cómo las estamos tomando.
Esa fue justamente mi reflexión después de leer un artículo en LinkedIn sobre la ya famosa bofetada que Will Smith le dio a Chris Rock durante la ceremonia de los Premios Óscar en 2022.
Intentando dejar fuera el juicio moral o la emoción, lo sucedido fue, a grandes rasgos, lo siguiente: un comediante, con micrófono en mano y rodeado de cámaras de televisión, se burló públicamente de una persona con una condición médica específica: la alopecia que padece la esposa de Smith.
Lo que parecía una broma de rutina, escrita por los guionistas del evento, se tornó en una agresión verbal incómoda y ofensiva. Un ser humano —como tú o como yo— reaccionó molesto ante la burla hacia su esposa y respondió.
Al principio, pensé que se trataba de un sketch más de Hollywood. Incluso tras la bofetada, el escándalo mediático y la reacción inmediata del público, creí que todo era parte del guion. Luego entendí que no fue así. Todo indica que fue una situación real.
Un actor respetado y talentoso había agredido físicamente a un comediante que, sin compasión, se burló de su esposa. La respuesta de la sociedad fue cuestionable: se romantizó al agresor verbal y se vilipendió al agresor físico. Ningún tipo de violencia es justificable, pero si vamos a juzgar, deberíamos hacerlo con el mismo rigor ante la violencia verbal que ante la física.
Más allá del hecho en sí —que me incomoda profundamente—, lo verdaderamente preocupante es la reacción social. En vez de reprobar por igual a ambos, se canceló y se agredió públicamente, a quien reaccionó con un acto físico: Will Smith.
Esto me llevó a una segunda reflexión: la forma en que, día a día, tomamos decisiones y reaccionamos ante diferentes situaciones, tanto en la vida personal como laboral.
Tomar decisiones no es fácil. Si solo el 10 % de ellas son racionales, significa que el resto —incluidas las que tomamos por hábito— también define el rumbo de nuestra vida. Cada decisión implica formar una opinión, pero sobre todo, elegir un curso de acción influido por nuestras emociones, recuerdos y sesgos cognitivos.
Aunque un buen proceso de decisión debería incluir definir el problema, generar alternativas, evaluar opciones y elegir la más adecuada, en la realidad esto rara vez ocurre así.
¿Qué pasa cuando nos equivocamos?
Lo primero suele ser una sensación de vergüenza, arrepentimiento o frustración. Pero también hay consecuencias prácticas: oportunidades perdidas, sanciones, proyectos cancelados o incluso la pérdida del empleo.
Y aunque cada uno debe hacerse responsable de sus decisiones, también es cierto que un error, si es lo suficientemente visible y grave, puede pesar más que años de desempeño impecable. Una narrativa negativa puede imponerse y volverse muy difícil de revertir.
Se dice que lo importante es cómo reaccionamos ante el error. Pero tal vez más relevante es cómo los demás reaccionan ante el error ajeno. Porque por más que se hable de segundas oportunidades, lo cierto es que la mirada pública puede ser implacable.
Después del incidente, muchos dicen que el agresor inicial —Chris Rock— fue “muy inteligente” por guardar silencio y después “regresar con fuerza” al escenario mediático. Es decir, supo capitalizar el momento. La narrativa le favoreció.
Algo está mal cuando romantizamos al que inicia la agresión —aunque sea verbal— y destruimos al que reacciona —aunque sea emocionalmente.
Por eso, y sobre todo en el entorno laboral, debemos entender que el proceso de toma de decisiones es complejo. Conocer sus dinámicas nos ayuda a decidir mejor. Aun así, nadie está exento de equivocarse. Lo importante, dicen, es cómo reaccionamos. Pero también —y quizá aún más significativo— cómo juzgamos los errores de los demás.
Porque al final, “el que esté libre de culpa, que tire la primera piedra.”
El autor es Doctor en Filosofía, fundador de Human Leader, Socio-Director de Think Talent, y Profesor de Cátedra del ITESM.
Contacto: rogelio.segovia@thinktalent.mx