Monterrey

Amy Vela: La lección asiática

Controles biométricos, procesos autónomos y trenes que llegan a la hora: Japón y Corea del Sur muestran cómo la tecnología bien aplicada mejora la vida diaria.

Controles biométricos, trenes puntuales y una cultura del respeto: viajar por Japón deja claro todo lo que aún nos falta en México.

El Aeropuerto Internacional de Haneda, en Tokio, ocupa el tercer lugar entre los mejores aeropuertos del mundo de acuerdo con Skytrax. Desde que llegas, la tecnología se nota, no como algo extravagante, sino como una herramienta invisible que hace que todo funcione.

(https://www.worldairportawards.com/es/worlds-top-10-airports-2025/)

La semana pasada volé desde Monterrey a Japón y la diferencia fue brutal. Al aterrizar, máquinas inteligentes validaron mi acceso a las zonas indicadas, no había forma de perderse ni de equivocarse.

El paso por migración me tomó menos de cinco minutos, sin filas eternas y sin confusión. El sistema de reconocimiento facial escaneó mi rostro y mis huellas, abrió las puertas automáticamente y quedé registrada.

Japón lleva años operando su sector aeronáutico con precisión. En aeropuertos como Haneda, Narita y Kansai han implementado sistemas unificados de migración y aduanas basados en biometría.

Esta tecnología no solo agiliza el ingreso, también incrementa la seguridad, sobre todo en temporadas de alto flujo turístico. En los primeros cuatro meses de 2025, Japón recibió 14.4 millones de visitantes internacionales, un aumento del 24.5 % respecto al año anterior.

Frente a este crecimiento, apostaron por sistemas como “Face Express”, que aceleran tanto el embarque como la entrada al país.

Más allá de la tecnología, lo que sorprende es el orden. Todo es rápido, sí, pero también tranquilo. Después de mi estancia en Tokio, tomé otro vuelo desde el Aeropuerto de Narita —quinto mejor del mundo— hacia Corea del Sur. En el Aeropuerto de Incheon, el cuarto a nivel mundial, el nivel de eficiencia fue igual o incluso mayor.

Ahí no hablé con nadie. Escaneé mi pasaporte, respondí unas preguntas en una pantalla sobre mi equipaje, y la máquina imprimió mi pase de abordar y las etiquetas. Enseguida pasé a otra zona donde yo misma coloqué las etiquetas en la maleta, la subí a una banda que la pesó y la transportó automáticamente. Todo el proceso fue autónomo.

Lo más impresionante ocurrió al pasar migración, las máquinas detectaron mi idioma y me dieron instrucciones claras en españo. Incluso los carritos porta equipaje eran transportados y organizados por brazos robóticos y solo había personal para quienes tenían dudas.

Para comparar: en Monterrey, este mismo proceso implica hablar con un agente, esperar que pesen tu maleta, que impriman la etiqueta, recibir tu pase y luego pasar por seguridad. En Asia, haces todo tú sola y lo haces sin errores porque el sistema está diseñado para que sea imposible hacerlo mal.

Pero lo que más me impactó no fue el aeropuerto, fue el transporte público.

Tokio tiene más de 37 millones de habitantes en su zona metropolitana y, sin embargo, no colapsa. Todo fluye, los camiones y trenes subterráneos son puntuales siempre, no importa si es lunes o domingo, a las 9 a.m. o a las 11 p.m., los vagones llegan a tiempo.

Y la gente… los ciudadanos están en otro nivel. Nadie se empuja, todos esperan a que bajen los pasajeros antes de subir, incluso en hora pico. Si hay un retraso, el sistema lo informa de inmediato.

En una ocasión, mi tren se demoró y en segundos apareció el mensaje en la pantalla: “Accidente con un pasajero”, el retraso fue solo de 6 minutos y eso, en una ciudad de millones, es casi perfecto y todavía piden disculpas por los minutos de atraso.

Además de la puntualidad, lo que sostiene el sistema es el comportamiento colectivo. En las escaleras hay señalización para quienes suben y bajan. Hay vagones exclusivos para mujeres y áreas para discapacitados.

Las estaciones cuentan con baños inteligentes, elevadores, escaleras eléctricas, áreas impecables y climatizadas, puertas automáticas y hasta áreas para trabajar en silencio y lockers inteligentes para uso temporal.

Los letreros digitales indican cada parada en japonés e inglés, facilitando la movilidad incluso si es tu primera vez y al mismo tiempo en los monitores de los vagones dan clases de inglés.

Aunque casi no hay botes de basura, todo está impecable porque la limpieza no depende del personal de mantenimiento, sino de una cultura donde tirar basura en la calle simplemente no pasa.

La independencia también está integrada, los niños usan el transporte público desde los cinco años para enseñarlos a ser autosuficientes, además el entorno es tan seguro que se puede confiar.

Y si te equivocas de estación, el sistema te devuelve el dinero en la tarjeta. El sistema de trenes es una entramado de cientos de rutas y vagones que cubren toda la ciudad más poblada del planeta. Te llevan a la entrada a los parques de Disney como a los aeropuertos. ¿En México? Ese nivel de consideración aún está muy lejos, para terminar un tramo de metro nos cuesta años.

Japón no solo funciona porque tiene buena tecnología, funciona porque hay orden, respeto y una ciudadanía que asume su parte.

Mucho hay que aprenderle a todo lo bueno que hacen los japoneses y coreanos si aspiramos a una verdadera transformación como se pregona en Palacio Nacional.

La autora es Licenciada en Ciencias de la Comunicación de la UANL, cuenta con cursos y cobertura sobre temas de innovación tecnológica en México y Estados Unidos con enfoque hacia la Inteligencia artificial (IA).

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