Para cualquier observador de la guerra en Ucrania, los avances en la tecnología y el uso de drones son un fenómeno sorprendente. La rapidez con la que se despliegan nuevos sistemas, los cambios en las tácticas militares que se requieren con cada avance, e incluso la necesidad de volver a tecnologías más antiguas y recurrir a medidas anti-drones cada vez más desesperadas, son realmente notables.
La simple proliferación de drones también está generando preocupaciones sobre a dónde irán a parar después de que termine la guerra.
En México, ya conocemos algunas respuestas. Los cárteles ya han utilizado drones para tareas como el transporte de drogas, la vigilancia de la frontera, de personal de seguridad y de rivales; e incluso para lanzar bombas contra elementos militares.
En agosto de 2024, la SEDENA reconoció que ya se habían realizado ataques exitosos en Michoacán, resultando en heridos e incluso muertos entre el personal militar.
El Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y La Familia Michoacana también han utilizado durante años drones armados contra objetivos civiles en comunidades de Guanajuato, Jalisco, Puebla, Chiapas, Guerrero, Nuevo León y otros lugares, según reportes de la prensa. ¿Qué podría causar que estos ataques se multipliquen, se dirijan a objetivos de mayor nivel, e incluso se vuelvan inmunes a las defensas anti-drones?
Las posibles respuestas son alarmantes. Los cárteles podrían sin duda usar drones contra bases militares, instalaciones gubernamentales, infraestructura y hasta lugares públicos. Muchas de estas acciones se llevarían a cabo con la intención de generar el mayor impacto mediático posible. Ya hemos sido testigos, con horror, de la proliferación de asesinatos con motivos políticos con medios tradicionales, y más recientemente el asesinato a plena luz del día de dos altos colaboradores de la jefa de gobierno de la Ciudad de México.
En este ambiente de inseguridad, el uso de drones armados podría facilitar este tipo de tareas con relativa facilidad y seguridad, evitando los métodos “a la antigua” de balaceras desde vehículos en movimiento.
Un solo dron, por ejemplo, podría entrar a un edificio donde se realiza una conferencia de prensa y simplemente recorrer los pasillos hasta encontrar un objetivo de alto nivel. Un enjambre, o incluso solo un par de drones podría paralizar eficazmente un convoy vehicular en la carretera y dejarlo vulnerable a un ataque mayor.
Los drones no tienen que ser particularmente sofisticados para realizar este tipo de tareas en un entorno sin oposición. Incluso en Ucrania, donde existen tecnologías electrónicas anti-drones muy efectivas, ambos bandos han vuelto a usar drones antiguos guiados por cable, que son inmunes a las interferencias electrónicas. Recordemos que este tipo de dron “anticuado” solo pudo ser detenido cortando su cable, supuestamente por un soldado con tijeras.
Otros drones son destruidos rutinariamente con escopetas, y en algunos casos incluso arrojándoles rifles o piedras. Aun así, muchos logran pasar. En un país que no está en guerra, sería todavía más difícil predecir cuándo y dónde ocurrirá un ataque de este tipo.
La pregunta sigue siendo qué podría motivar a los cárteles a usar estas armas de manera más focalizada contra objetivos públicos, y no solo entre ellos o para la defensa limitada de sus laboratorios, casas de seguridad y personal ante incursiones militares.
Sin duda, si se emplearan drones armados u otras armas de largo alcance contra ellos, podrían sentirse obligados a responder de la misma manera. Esto incluiría no solo operaciones contra objetivos militares y de seguridad, sino también ataques terroristas contra figuras públicas y objetivos civiles “blandos”. Obviamente, si drones de ataque son utilizados por un actor extranjero en territorio mexicano, también podrían darse represalias contra civiles de ese país.
La guerra con drones llegó para quedarse. Como herramienta de operaciones de combate, terror armado y venganza, su momento ha llegado.
El verdadero peligro es cuando se convierte en la opción preferida como sustituto de bajo riesgo para otros tipos de ataques utilizados por organizaciones criminales transnacionales como los cárteles. Prepararse para combatir esta amenaza no será tarea fácil.
Las adquisiciones de drones y tecnología anti-drones por parte de las autoridades mexicanas ya están en marcha, como lo han revelado hackers y diversos reportes de prensa, y esto es sin duda un paso positivo. Medidas para regular el uso de drones y controlar su importación también pueden tener efecto. Sin embargo, hay mucho que proteger en un país tan grande, y los primeros titulares de un ataque espectacular seguramente no está lejos.
El autor es Doctor por la Universidad de Columbia, Estados Unidos, consultor, conferencista y experto en política internacional y asuntos globales, actualmente director del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales del Tecnológico de Monterrey.