Monterrey

Rogelio Segovia: Tiene hijos en la universidad, ¿cómo explicarles esto?

El freno a la movilidad social, aunque no es reciente, se ha acentuado en los últimos años.

Hace unos días, les pregunté a mis alumnos de cuarto semestre de licenciatura si esperaban, al menos, alcanzar el mismo nivel socioeconómico que hoy tienen en casa de sus padres.

En términos generales, las respuestas —titubeantes y en voz baja— fueron negativas. O, cuando menos, reflejaban que veían muy complicado llegar a ese mismo nivel. Pareciera que la movilidad social se ha frenado.

Obviamente, esto no es un estudio con validez estadística, pero las respuestas reflejan una percepción que puede ser relevante.

Centrémonos por un momento en el 80/20: en ese 80 % de estudiantes que, al egresar, necesitarán encontrar un empleo y seguir una carrera laboral. En su mayoría, jóvenes que, sin herencias significativas ni negocios familiares, deberán “ganarse la vida”.

El freno a la movilidad social, aunque no es reciente, se ha acentuado en los últimos años. Y no es un fenómeno exclusivo de México o América Latina: en economías avanzadas, como las europeas o Estados Unidos, se presentan patrones bastante similares.

En el pasado reciente, la receta era simple: buscar un empleo, apostar por el largo plazo y aprender a jugar el juego de la meritocracia. Poco a poco, esa lógica fue desapareciendo.

Se le achacó —creo yo, erróneamente— a los millennials, quienes supuestamente buscaban satisfacción inmediata y ambientes de trabajo poco rutinarios y muy estimulantes. Y aunque algo de cierto puede haber en esto último, uno de los principales motivos que esta generación menciona es la dificultad que enfrentan para construir un patrimonio que les permitiera igualar el nivel de vida de sus padres.

Hoy, para la generación Z —es decir, quienes están apenas egresando de la universidad—, esto ya no es una posibilidad lejana: es una realidad. Alcanzar el nivel socioeconómico de sus padres será muy difícil.

Si antes los obstáculos eran fundamentalmente económicos —como la Gran Recesión de 2007, el aumento en la desigualdad o la concentración de la riqueza—, hoy se suma un factor adicional: la falta de oportunidades para obtener un primer empleo.

¿Por qué los jóvenes ya no están encontrando trabajo?

Por el mismo motivo por el que muchas personas se quedarán sin empleo en los próximos años: los procesos de automatización y la inteligencia artificial están desplazando a las personas.

Nos hemos enfocado mucho en quienes tienen más de 40 años, advirtiendo cómo la inteligencia artificial (IA) los va dejando, paulatinamente, sin trabajo. Hemos señalado como diseñadores, redactores, reporteros, arquitectos y personal administrativo —abogados, contadores, recursos humanos, logística, y un largo etcétera— ya son reemplazados por soluciones tecnológicas basadas en IA.

Y hemos supuesto que el futuro está en los jóvenes: que, por estar apenas egresando y por su juventud, cuentan con un margen de maniobra más amplio y que no tendrán las mismas dificultades que las personas mayores.

Pero muy poco hemos reparado en que, en términos generales, las universidades siguen siendo lo mismo que hace 200 años, 100 años o incluso hace una década. Se han integrado tecnologías y herramientas nuevas, sí, pero el proceso educativo sigue siendo el mismo, y los planes de estudio no muy distintos (quizá con la excepción de las carreras STEAM: Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas).

La capacidad de cambio de las universidades es extremadamente lenta: actualizar un plan de estudios puede tomar entre tres y cinco años, una eternidad hoy en día.

Esto, insisto, no es exclusivo de América Latina ni de México. También ocurre en buena parte del mundo, incluyendo a nuestros referentes tradicionales: Europa y Estados Unidos.

Veamos qué se supone que debería suceder hoy: Cuando un alumno termina su carrera, lo primero que hace es buscar un empleo de entrada. Un trabajo diseñado para “pasteurizar” a los recién llegados, es decir, ayudarles a adaptarse del mundo académico al mundo laboral. De ahí, creo yo, la importancia de las prácticas profesionales obligatorias en las universidades.

Pero un reciente artículo de opinión del New York Times, escrito por Aneesh Raman, vicepresidente de oportunidades económicas en LinkedIn, pone el dedo en la llaga: ese primer peldaño, el empleo de entrada con tareas básicas bajo la guía de líderes experimentados —donde los jóvenes aprendían, fallaban y crecían—, está desapareciendo.

Según Raman, no enfrentamos solo una transformación tecnológica, sino una alteración estructural del inicio de la vida laboral. La IA ya ejecuta —en segundos— muchas de las tareas que antes hacían los recién egresados: atención al cliente, revisión de contratos, codificación básica, reportes administrativos.

El problema no es solo la eficiencia que gana la empresa. Es la experiencia que pierde el joven trabajador. Sin ese primer espacio para equivocarse y aprender, el desarrollo profesional se retrasa. La evidencia está a la vista: crece el desempleo juvenil universitario y, con él, la ansiedad de una generación que empieza a dudar de su futuro.

Si en México el desempleo ya es crítico y está por convertirse en un problema social, ¿qué pasará conforme esto avance? No olvidemos que, durante el segundo trimestre de 2024, la tasa de desempleo entre jóvenes de 15 a 29 años fue del 5 %, casi el doble de la tasa general.

Además, menos de la mitad de los jóvenes empleados cuenta con acceso a servicios de salud o contratos por escrito, lo que indica una alta incidencia de empleo informal o precario.

Raman concluye que no se trata de renunciar a los empleos de entrada, sino de rediseñarlos: construirlos para formar criterio, pensamiento estratégico y adaptabilidad; para preparar líderes, no solo operadores.

El problema es que nadie ha explicado cómo hacerlo. Ni por dónde empezar. Y no parece que las universidades o las empresas estén reaccionando a la velocidad que se requiere.

Si usted tiene hijos en la universidad, ¿cómo explicarle esto?

El autor es Doctor en Filosofía, fundador de Human Leader, Socio-Director de Think Talent, y Profesor de Cátedra del ITESM.

Contacto: rogelio.segovia@thinktalent.mx

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