Monterrey

Robert G. Papp: Los jóvenes en la vorágine actual: ¿indiferencia o preocupación?

¿A nuestros hijos les importa todo esto?

Es nota de todos los días la vorágine de cambios en el orden internacional que todos estamos viviendo. Crisis, guerras, genocidios, confrontaciones comerciales, y demás sucesos han generado altos niveles de incertidumbre y división política en todas las latitudes.

Sin embargo, pocas veces nos preguntamos qué pasa con nuestros jóvenes, con nuestros hijos, quienes a cada segundo están siendo bombardeados con información proveniente de redes sociales, prensa convencional, amigos y colegas en el trabajo o la escuela.

Muchas de estas fuentes están mal informadas, sesgadas, inexactas o incluso completamente falsas. A menudo no sabemos quién proporcionó la información que consumimos, cuáles eran sus motivos o si fue escrita por un “bot” o creada por inteligencia artificial.

¿A nuestros hijos les importa todo esto? Podríamos pensar que su tiempo se ocupa más en temas como noticias deportivas, música, moda, películas, mascotas adorables o simplemente planear dónde reunirse para almorzar, ir a un concierto o al antro. Sin embargo, nuestros hijos suelen estar más preocupados por los asuntos mundiales de lo que imaginamos.

Los temas son interminables y parecen expandirse con el tiempo. Durante la era del COVID-19, la atención se centró en la propia pandemia, así como en las iniciativas respecto a diversidad, equidad e inclusión, y cuestiones de género, sexualidad y cambio climático.

Hoy, si bien ninguno de estos temas ha desaparecido, hay nuevas prioridades en las agendas y áreas de interés que nuestros hijos simplemente no pueden evitar. Entre ellas se encuentran la política interna mexicana, la administración Trump, las relaciones bilaterales entre México y EE.UU., el crimen organizado y los cárteles, la migración, los conflictos en Ucrania y Gaza, Irán, China, los aranceles y desafíos económicos, y en un ámbito más amplio, los grandes cambios en la estructura de las relaciones internacionales.

Es posible que nuestros jóvenes no estén interesados en todos estos temas, pero ciertamente sienten curiosidad e incluso pasión por algunos de ellos y no pueden evitar preocuparse por otros. ¿Sabemos cómo piensan sobre estos asuntos? ¿Con qué frecuencia discutimos estos temas con ellos no para imponer nuestras opiniones sino para entender qué piensan? ¿Somos conscientes de si uno o más de estos problemas podrían estar afectando su salud mental y bienestar físico?

Todos tratamos de hablar lo más posible con nuestros familiares sobre sus experiencias en el trabajo o la escuela, su situación financiera, lo que sucede con sus amigos y parejas, y sobre actividades y pasatiempos que disfrutamos. A veces evitamos temas “políticos” donde podríamos tener opiniones diferentes debido a influencias generacionales y sociales. Es simplemente más fácil hablar de otras cosas.

Desafortunadamente, a veces descubrimos que nuestros hijos están más alarmados de lo que podríamos imaginar por los desarrollos cada vez más complejos y a menudo profundamente inquietantes que ocurren en el mundo.

Escuchan regularmente sobre “retrocesos democráticos”, “autoritarismo”, “populismo”, “censura”, “recesión económica” y temas aún más alarmantes como “genocidio”, “guerra nuclear”, “feminicidio”, “terrorismo”, “esclavitud”, “racismo” y “tortura”. Su exposición a estos temas suele ser en el peor contexto posible y de fuentes poco confiables: un clip de TikTok, un tuit o un video de YouTube sin ningún sentido de equilibrio u objetividad. Además, esta avalancha de información en redes sociales está deliberadamente diseñada para ser lo más sensacionalista e inquietante posible mediante el uso de “clickbait” para ampliar la audiencia mediática y provocar “likes” y otra ronda de comentarios incendiarios.

Los educadores, como parte del proceso en el aula, a menudo ven casos donde los estudiantes están profundamente preocupados por temas internacionales que aparentemente no afectan directamente sus vidas. En algunos casos, estos problemas tienen un efecto claro y negativo en cómo ven el mundo, llevándolos a cuestionar su confianza en un futuro de progreso y oportunidades. En ciertos casos incluso expresan dudas sobre el valor mismo de la vida en un mundo caracterizado por división y guerra.

Ahora es un muy buen momento para que los padres, junto con familiares adultos confiables y amigos, realmente escuchen a nuestros hijos, a nuestros jóvenes sobre el estado del mundo y su lugar en él.

Mantener una mente abierta y aceptar que las personas pueden ver las cosas de manera diferente mientras siguen llevándose bien es quizás lo que más falta hace en la constante avalancha mediática actual.

Si podemos proporcionar una alternativa que enfatice el equilibrio y el compromiso, estaremos haciendo un gran servicio a nuestros hijos, quienes eventualmente heredarán y liderarán el mundo que hemos construido y que hoy pareciera ir a la deriva.

El autor es Doctor por la Universidad de Columbia, Estados Unidos, consultor, conferencista y experto en política internacional y asuntos globales, actualmente director del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales del Tecnológico de Monterrey.

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