Con estas noches heladas que congelan hasta el aliento, nunca falta quien se atreva a contar una historia que te haga temblar más que el frío. Pocas leyendas en la CDMX estremecen tanto como la de la Casa la Moira , una vieja casona negra de la colonia San Miguel Chapultepec que durante décadas fue señalada como uno de los sitios más embrujados de la ciudad, junto a la Casa de la Tía Toña.
Ubicada en la Avenida José Vasconcelos 125, la casa ganó fama por múltiples relatos que hablaban de sucesos inquietantes: susurros escalofriantes, figuras que se desvanecían entre pasillos y la historia de un niño cuya muerte marcó para siempre el aura oscura del lugar.
Todavía hay quienes recuerdan a La Moira como un punto de encuentro obligado para exploradores nocturnos y practicantes de rituales espiritistas, que veían en la casa un umbral entre lo real y lo inexplicable.
Actualmente, a pesar de haber pasado por varias remodelaciones, la Casa la Moira conserva su fachada misteriosa y oscura; sin embargo, hoy funciona como refugio para la comunidad LGBTIQ+ y como un espacio cultural que busca transformar el miedo en arte.
¿Cuál es la leyenda urbana de la Casa la Moira?
Los primeros rumores de misterio sobre el inmueble ubicado en la colonia San Miguel Chapultepec surgieron en la década de los 70. Se cuenta que una familia se mudó a la vieja casa, pero la abandonó poco tiempo después, alegando que escuchaban pasos en los pasillos y voces que provenían del segundo piso.
Ante esa situación, los vecinos evitaban pasar por La Moira durante la noche. Con el tiempo, el inmueble fue cubriéndose de hiedra y humedad, y su aspecto adoptó un aire aún más siniestro.
Un día, un niño de ocho años llamado Marco, que vivía en una calle cercana, notó que la puerta principal estaba entreabierta. A pesar del miedo, la curiosidad le ganó y cruzó la puerta sin imaginar lo que encontraría.
Dentro de la casa, escuchó murmullos y risas que lo guiaron hasta el segundo piso. Al llegar a una de las habitaciones, encontró el cuerpo de un hombre colgado del techo. El impacto fue tan fuerte que salió corriendo sin poder emitir palabra alguna.
Desde entonces, Marco nunca volvió a ser el mismo. Su comportamiento cambió: hablaba solo, dibujaba figuras extrañas en las paredes y pasaba horas frente a la casa, observándola desde la banqueta.
Diez años después, ya siendo joven, Marco volvió a cruzar el umbral de La Moira al caer la noche, pero no volvió a salir. Al amanecer, su cuerpo fue hallado colgado en la misma habitación donde, una década antes, había visto al hombre ahorcado.
De acuerdo con el pódcast de Leyenda Urbana MX, existen varias teorías sobre la muerte del niño. Una de ellas señala que Marco se quitó la vida como resultado del trauma no resuelto que arrastraba desde la infancia, cuando presenció al hombre colgado.
Otra sugiere que fue víctima de una posesión demoníaca, provocada por algún ser maligno que habitaba en la casa y lo obligó a ahorcarse.
La teoría más inquietante afirma que el hombre que vio cuando era niño era él mismo, y que su regreso a la casa fue simplemente el cumplimiento de una profecía inevitable, como si su destino ya estuviera escrito.
Con el paso del tiempo, varios vecinos aseguraron que por las noches se oía el llanto de un niño dentro de la casa o se veían luces encenderse solas en el segundo piso. Algunos afirmaron que vieron una sombra asomarse por la ventana cuando alguien se detenía a mirar por mucho tiempo la terrorífica casa de la CDMX.

¿De dónde proviene el nombre de la Casa la Moira?
El relato de Marco convirtió a la Casa la Moira en una de las leyendas urbanas más reconocidas de la CDMX, junto al Hotel Posada del Sol, inmueble que fue donado a la Universidad del Bienestar.
Su nombre proviene del griego moira, que significa “destino” y hace referencia a las tres deidades que, según la mitología, tejían, medían y cortaban el hilo de la vida. Estas figuras aparecen en la película Hércules de Disney, donde comparten un solo ojo y cortan el hilo para marcar la muerte de una persona.
Durante la década de los noventa, artistas plásticos intervinieron la casa y crearon un proyecto artístico también llamado La Moira, inspirado parcialmente en un cuento del escritor Erick Merino, cuya historia retoma una de las teorías que explican la muerte de Marco.

La propiedad se utilizó como espacio cultural para exposiciones, lecturas, performances y representaciones teatrales. En su antiguo sitio web se anunciaban eventos como Sesión espiritista en La Moira o El oráculo de Sandra, en los que los asistentes participaban en rituales de conexión emocional y percepción sensorial.
Aunque las actividades cesaron y la casa permaneció cerrada, La Moira se instaló en el imaginario urbano como una casa maldita, atrayendo a curiosos y buscadores de lo paranormal que querían comprobar si estaba poseída por energías negativas.
En el blog de Yes se relata la experiencia de dos jóvenes que asistieron a uno de los recorridos nocturnos organizados dentro de la casa. Pagaron su entrada, pero al intentar ingresar por la puerta principal, esta no se abrió.
La guía interpretó lo ocurrido como una señal de que la casa no quería recibirlos, por lo que les ofreció dos opciones: reembolsar el dinero o entrar por una puerta del piso superior, pero sin compañía. Ellos aceptaron el reto.
Al tocar tres veces la puerta, como les indicaron, las ventanas y accesos se abrieron de golpe. Dentro, encontraron a una figura vestida de monje que realizaba una supuesta invocación rodeada de símbolos esotéricos.
El ambiente se volvió cada vez más tenso. Al final, varios asistentes aseguraron sentir una presencia que los acompañó, incluso después de salir del inmueble.
¿Qué actividades se realizan actualmente en la Casa la Moira?
En 2024, la Casa la Moira dio un giro a su historia. El inmueble ‘embrujado’, ubicado cerca del Bosque de Chapultepec, se transformó en un refugio y centro cultural de la comunidad LGBTIQ+.
En lugar de recorridos de terror, ahora se realizan talleres, conferencias, círculos de diálogo, terapias, proyecciones de películas y otras actividades enfocadas en la diversidad sexual y la salud mental.
Los administradores del centro cultural buscan resignificar el nombre de La Moira para convertirlo en símbolo de resiliencia y creatividad. “Nuestro destino no está escrito, lo tejemos juntxs”, se lee en una de sus publicaciones en redes sociales.
Lo que antes fue un espacio marcado por el miedo, hoy simboliza la posibilidad de transformar el destino de quienes sufren discriminación por su orientación sexual o viven con VIH, al ofrecer un lugar seguro, empático e inclusivo.
La Moira ya no es un sitio que inspira temor, sino un refugio donde la comunidad LGBTIQ+ transforma el pasado en resistencia. Lo que alguna vez fue sinónimo de oscuridad hoy se levanta como un centro de cuidado para quienes buscan un espacio de escucha y acompañamiento.